Monasterio jerónimo de las cuevas de guisando
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MONASTERIO JERÓNIMO DE LAS CUEVAS DE GUISANDO
Vista aérea imaginaría del Monasterio e iglesia
- Guía para visitantes -
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Domingo Pliego Vega Texto, dibujos y fotografías del autor, salvo indicación expresa. Madrid - Mayo 2014
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Desde los Toros de Guisando se divisan a lo lejos, en la ladera del cerro Guisando, que se eleva al otro lado de la carretera por el Oeste, sin mucho detalle por la lejanía, los edificios que formaban el Monasterio. Aunque llaman la atención, a esta distancia no es posible distinguir su estado de ruina actual. Nos desplazamos por la carretera un corto trecho hacia el sur, hasta llegar a la entrada de la finca en la que está situado el Monasterio, donde hay un portón franqueable de la cerca que la delimita. Pasado el portón, avanzamos unos metros más, pasamos otra portillera y llegamos al punto donde el camino de tierra comienza a subir y el piso se ve más deteriorado. A partir de aquí el camino gana altura suave y constantemente entre prados, jarales y arbolado muy diverso, con vistas panorámicas más amplias a medida que vamos subiendo. Hay que recorrer poco más de un kilómetro, lo que nos puede llevar entre veinte minutos y media hora, si lo hacemos pausadamente, charlando y, sobre todo, mirando. Finaliza la subida en un llanito por el que se accede a los edificios situados en la zona más meridional del Monasterio. Pasamos una verja baja, en la que hay un cartel indicando el teléfono de contacto para las visitas. Llegamos a una pequeña meseta o explanada en la que se ven dos interesantes puertas, colocadas a ambos lados del camino de entrada, y al fondo una casa con un bonito porche sobre columnas. Rodeando la puerta que hay a la derecha, se baja a una zona ajardinada muy agradable, justo al pie de la arruinada fachada sur de la claustra, que últimamente ha sido despejada de la vegetación trepadora que la ocultaba, y consolidadas las partes más inestables. En esta zona se ven algunas columnas aisladas y alineadas, con un par de pórticos monumentales, formando un cuadro a modo de inexistente claustro menor que hubiera desaparecido. En el centro de este cuadro, posada en el suelo, llama la atención una piedra labrada con ocho cortos brazos. Se trata de la clave central, con su tortera, de la crucería de la ermita de San Miguel, que describimos después, trasladada aquí al derrumbarse su cubierta.
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Al fondo vemos la arruinada fachada meridional del monasterio, mejor dicho, lo que queda de ella tras el incendio de 1979, actualmente despejada de la vegetación que la cubría totalmente, haciéndola prácticamente invisible.
Fachada meridional del monasterio
Volvemos a subir a la meseta de llegada; mirando a la casa del porche adintelado, vamos a seguir un camino que se inicia a la izquierda entre dos vallas de piedra. Este camino discurre entre altos muros de mampostería, hace una ligera bajadita y, girando a la derecha, nos sitúa frente a la imponente fachada septentrional de la iglesia, en la que se encuentra la puerta principal de acceso.
nte nosotros se levanta un impresionante y sombrío muro de sillería de granito grisáceo, de piezas bien escuadradas. La derecha de la fachada, que correspondería a los tramos primero y segundo de la nave de la iglesia empezando por los pies, aparece medio oculta por varios árboles de buen porte y abundantes plantas trepadoras, que cubren parte de la fachada.
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uatro robustos contrafuertes cruzan esta fachada de arriba a abajo, dejando ver en la parte más alta de los paramentos que quedan entre ellos unas ventanas, de tamaño pequeño en comparación con toda la fachada, que harían la función de claristorio de la nave de la iglesia. En la parte baja de la fachada sobresale ligeramente un zócalo de sillares de cuatro hiladas de altura.
a mitad inferior de los dos contrafuertes correspondientes al tercero y cuarto tramos, siempre contando desde los pies, aparece unida en dos tercios de su altura, formando un cuerpo que resalta de la fachada, en el que se abre un profundo arco de medio punto, que aloja en su fondo la principal puerta de acceso de esta fachada, de dintel recto, sobre el que hay una hornacina vacía y un par de sencillos motivos ornamentales, pues el duro granito gris abulense no da lugar a demasiadas florituras escultóricas.
as cubiertas de la nave de la iglesia y las de la cuadrada torre desaparecieron como consecuencia de los incendios sufridos en 1811 (con la invasión de los franceses) y el de 1979, que, además, destruyó la mayor parte de las restantes dependencias del monasterio, dejándolo totalmente inhabitable. E n los lienzos de la parte baja de la fachada que queda a la derecha del portal de entrada, entre cada dos contrafuertes, se observa como si también hubieran existido ventanas, actualmente tapiadas, en cuyo contorno se ve algún sillar engatillado.
n la base del paramento norte del transepto, que tiene grandes contrafuertes diagonales en las esquinas, se distingue otra puerta también cegada, que en la actualidad queda a cierta altura sobre el nivel del suelo; podría tratarse de la denominada en este tipo de iglesias “puerta de los muertos”, a la que se accedería desde el exterior por alguna desaparecida escalinata. En la parte alta del mismo paramento hay otra ventana, que daría luz al transepto y al crucero. L a torre, también sin cubierta, de planta cuadrada, con muros de mampostería más basta, pero con las cadenas de las esquinas y la cornisa de grandes piezas de granito, sobresale unos metros sobre el nivel de la nave, y en sus paredes no se abre ningún vano.
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ntramos en la iglesia por una puerta de verja de hierro, sustituta de la primitiva de madera, y nos situamos en medio de la nave, que presenta una sobrecogedora imagen de desolación y de cierto aire romántico, con gran parte de los muros de la zona de la derecha, según entramos, cubierta por las plantas trepadoras.
a ausencia total de cubierta deja entrar la luz a raudales hasta el piso de la nave, a su vez cubierto de tierra, escombros y hierbajos. Se trata de una sola nave, típica en las iglesias de los jerónimos, dividida en cuatro tramos, más cortos que anchos, más el crucero y el ábside. M irando hacia la izquierda, al Este, se ven las zonas del transepto, el crucero y el ábside, en las que podemos observar lo siguiente: elevados muros de mampostería no muy bien concertada, algo descarnados, de peor calidad que la hoja exterior del grueso muro, posiblemente relleno de cascotes y argamasa entre ambas hojas; una imposta sencilla de granito corre, a modo de cornisa, poco más abajo de las ventanas que veíamos desde el exterior. El ábside, semi octogonal, no presenta vanos al exterior, pero en los lienzos del mismo se ven numerosos huecos de mechinales, quizá alojamiento de soportes de algún maderamen de la estructura, de los andamios de obra, o de algún desaparecido retablo.
osiblemente, como suele ser habitual en estas iglesias, el altar estaría algo más elevado que el piso de la nave, para poder ser visto desde el coro alto, pero en la actualidad los muros del ábside llegan al mismo nivel del piso de la nave, aunque se percibe una cierta línea horizontal de discontinuidad en la parte baja de la mampostería de los muros. En el piso de la nave, casi en medio del crucero, se ve el pedestal de una cruz de piedra abatida y rota, cuyos pedazos están dispersos entre los escombros y la vegetación que cubre el suelo.
aman la atención los cuatro grandes arcos formeros del elevado crucero de sólidas dovelas de granito gris, sobre los que se levantan los muros de la cuadrada torre, que se mantienen aún en su sitio. En los arranques de estos arcos son visibles restos de ladrillos formando pechinas, con las que la planta cuadrada pasa a
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ser circular, formando el arranque de una cúpula, quizá de ladrillo tabicado, que ocuparía el hueco de la torre por debajo de la armadura del tejado. E l transepto presenta cortos brazos a ambos lados, en cuyos lienzos norte y sur son visibles los huecos de dos puertas de buen tamaño, tapiadas y desprovistas de todo ornamento por haber sido arrancadas de su sitio las piezas que lo formaban. Al parecer, estas dos puertas son las que vimos a derecha e izquierda a la entrada del recinto, unos metros antes de llegar a la casa de los legos.
a puerta del brazo sur daba paso a la zona del claustro en la que quizá se encontraban situadas la sacristía, la sala capitular, y acaso la sala del Prior, hoy día desaparecidas. La puerta del brazo norte, o de los muertos, que suele ser la opuesta a la que da al claustro en el transepto, sería otra salida de la iglesia. Encima de esta última puerta hay una ventana, también cegada; y en la misma pared quedan aún restos del enlucido que debió de cubrir los muros interiores. Una ventana, que se abre en la parte más alta, ya vista desde el exterior, daría luz al crucero.
n el ábside de planta semi octogonal, que probablemente tendría el altar situado a mayor altura que el piso de la nave, y en el que habría un retablo, no queda resto alguno ni del altar, ni del retablo, ni de la cubierta, que quizá era de las llamadas de horno, de cuarto de esfera, también en ladrillo tabicado, o, dudosamente, de piedra. M irando hacia el pie de la nave, la zona de la derecha según se entra, se ven tres arcos que la cruzan transversalmente, el más alejado adosado al paramento que cierra los pies de la nave y los otros dos coincidiendo con las divisiones de los dos primeros tramos.
e trata de arcos
escarzanos, rebajados para dejar espacio suficiente en la nave para los distintos actos y asistentes, arcos que ejercen gran empuje contra las paredes laterales. Este empuje se contrarresta mediante los grandes y pesados contrafuertes de la fachada exterior, que se corresponden con el apoyo de los arcos por el interior.
l arranque de estos arcos se apoya en una especie de medias columnas adosadas al muro, que bajan hasta el piso de la nave. Una imposta simple, lisa, une los arranques de dichos arcos.
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os tres arcos rebajados que vemos constituían el soporte del piso del coro alto, habitual en los monasterios jerónimos, que en este caso ocuparía dos de los cuatro tramos de la nave de la iglesia. La parte inferior estaría formada por bóvedas rebajadas, de ladrillo tabicado y enlucido, a juzgar por los restos que se observan en los rincones interiores que forman los arranques de los citados arcos. En el paramento occidental de la nave, a la altura del piso de dicho coro, se ve el hueco de otra ventana sin tapiar. Las paredes laterales están cubiertas en gran parte de plantas trepadoras, que confieren un aire misterioso y un tanto romántico al conjunto. M ucho más arriba, en correspondencia con uno de los arcos rebajados del coro, queda aún en su sitio un arco más esbelto, de medio punto, formado por dovelas de granito gris, uno de los arcos fajones que sustentaban la bóveda de la nave principal, muy posiblemente también de ladrillo tabicado. Por encima de tales arcos quedaría la armadura de madera que soportaba el tejado a dos aguas de la nave principal. D esde el momento que entramos en la iglesia, llama la atención el paramento sur interior de la nave, que vemos enfrente, que aparece dividido en tres alturas; en la parte más alta, hay ventanas en medio de cada tramo, de modo similar a como vimos en la fachada norte. Una imposta a modo de cornisa interior poco saliente corre por el muro algo más abajo; en ella se apoyan los arranques de los arcos fajones que sustentaban la bóveda de la nave. E n el piso intermedio se ven tres huecos, que, descritos sucesivamente desde el transepto hacia los pies de la nave, son los siguientes: en el tramo más cercano al crucero hay un ventanal más alto que ancho; en el siguiente tramo hay un hueco bastante grande que llega hasta el nivel inferior de este piso, con un arco de medio punto en vez de dintel, formando como una tribuna ligeramente abalconada sobre la nave, posiblemente el lugar apropiado para la ubicación de un pequeño órgano, ya que los jerónimos también cultivaban la música en sus actos religiosos, o para que ciertos personajes distinguidos pudieran asistir a los actos religiosos sin mezclarse con el pueblo llano que ocuparía la nave; a su derecha, al nivel del coro alto, queda una puerta, cegada en la actualidad, que indudablemente era el acceso de los monjes a dicho coro; el resto del paramento es el muro interior de la iglesia, sin vano alguno. A través de los huecos que vemos se adivina un espacio oscuro y vacío detrás, al que llegaremos después. 9
n el piso inferior, al nivel de la nave, se ven en el muro dos grandes y profundas arcadas de medio punto, más ancha la de la derecha que la de la izquierda, en cuyas paredes del fondo se abren varias puertas. En la de la izquierda una rectangular de buen tamaño, con dintel y jambas pétreas, que da paso al claustro principal, o claustro bajo; en la de la derecha se abren dos puertas más pequeñas, de medio punto, en la sillería que cierra el fondo, que darían paso a otras dependencias primitivas, aunque la ruina de parte de éstas hace que actualmente todas ellas sean accesos al mismo espacio.
ntre ambas arcadas, a poco más de dos metros de altura, en el interior de la nave de la iglesia, queda a la vista un decorativo púlpito, cuyo acceso no se distingue a primera vista.
ntrando en la arcada de la derecha vemos a ambos lados de la misma un estrecho pasillo que se abre en el grosor del muro, paralelo a la fachada; el ramal de la derecha termina enseguida en un ensanche sin otra particularidad, hoy día lleno en parte de escombros; el ramal de la izquierda se comunica con la arcada más al Este, pero a mitad de camino se abre una escalerilla de piedra que sube al púlpito que veíamos por el interior de la nave entre ambas arcadas.
i entramos por la arcada de la izquierda, veremos el mismo pasillito, ahora a nuestra derecha, y el estrecho brocal cuadrangular de un pozo, justo entre los montantes de la jamba derecha de la puerta de
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salida al claustro. En el muro de la izquierda es visible un rebaje de buen tamaño y poca profundidad, en el que quizá hubo en su día algún motivo ornamental o pintura, hoy desaparecido; junto a la jamba de la izquierda de la puerta, se abre otro pasillito en la masa del grueso muro, que, haciendo ligero ángulo, desemboca también en la zona del claustro.
l techo de estas dos arquerías está formado por el cruce de dos bóvedas de medio cañón de distinta anchura y altura, la más estrecha y más baja paralela al muro y la de mayor luz y menos profundidad perpendicular al mismo, dando lugar a un abovedado de cortas aristas vivas.
A ntes de salir al claustro, volvemos la vista hacia el portal por el que hemos entrado a la iglesia, observando también aquí una interesante pared interior, igualmente de sillares de granito gris. En el primer nivel sobre la puerta de entrada, situada en el tercer tramo de la nave, hay un arco de medio punto, que da a un recinto, a su vez sin techo, cuyo acceso y posible utilidad desconocemos. A la derecha de la puerta de entrada, en el cuarto tramo, a nivel de la nave, hay una gran arcada de medio punto a modo de gran arcosolio, sin ningún vano en la pared del fondo, que conforma un pequeño espacio de planta rectangular, como una especie de capilla entre los dos contrafuertes; por encima de este espacio, en el primer nivel, se prolonga el recinto desconocido, con su correspondiente ventana alargada hacia lo alto; parece una reproducción simétrica de los huecos que hemos visto en el paramento sur interior de la nave. Probablemente el acceso a estas pequeñas dependencias del primer piso del paramento norte se hacía pasando a través del coro alto.
n la base interior del grueso muro que da al brazo norte del transepto hay también un estrecho pasillito que desemboca en dicha zona, precisamente en el punto en el que se abre un hueco en el suelo con escalones descendentes, que constituye el acceso a la cripta de la iglesia.
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Sección hipotética de la iglesia
asamos hacia el claustro grande por la puerta más grande del paramento sur de la nave de la iglesia, y nada más salir vemos como el arranque de dos gruesos muros que hubieran existido anteriormente, uno a cada lado de la puerta, que formarían parte
de otras
dependencias. S on una especie de salientes de piedra, a modo de adarajas, adosados a la fachada exterior sur de la iglesia. Estos muros justificarían el pasillito que queda a la izquierda de la puerta que acabamos de pasar, así como las dos puertecillas de medio punto que quedan más a la derecha, ya que cada una de estas salidas comunicaría con distintas dependencias, en la actualidad arrasadas.
vanzamos una docena de metros hacia el claustro. El espectáculo impresiona por el abundante arbolado y vegetación descuidada que invade los espacios que quedan a la izquierda, donde quizá estuvo, si es que la hubo, el ala norte del claustro, totalmente desaparecida. Unos
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metros más allá entramos en el patio ajardinado del arruinado claustro principal, la zona más vistosa del monasterio. Download 263.96 Kb. Do'stlaringiz bilan baham: |
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