Bolchevique. Diario 1920-1922 [ I a ed.]. Tenerife/Madrid Tierra de Fuego/LaM alatesta Editorial, 2013
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83 Alexander Berkman Sin embargo, la política comunista no cambió. Al contrario, se volvió más fanática la represión, el terror rojo se convirtió en una despiadada orgía, que generalizó la muerte y la devastación: eljuggemaut del Estado*37. El país se estremecía bajo el insoportable yugo de la dictadura del partido. Sin embargo, las cosas irían a peor. Llegó Kronstadt y su retumbar a lo largo del país. Durante años el pueblo había sufrido miseria, pri vación y hambre sin par. Por el bien de la revolución, estaban dispuestos a aguantar y sufrir. No gritaban por pan, sino sólo por un soplo de vida, de libertad. Kronstadt fácilmente podría haber girado sus cañones contra Petrogradoy expul sar a los amos bolcheviques que estaban asustados y dispuestos a salir corriendo. Un golpe decisivo de los marineros, y Petrogrado hubiera sido suyo y con esta Moscú. Todo el país estaba dispuesto a dar este paso. Nunca hasta entonces los bolchevi ques estaban tan cerca de su destrucción. Sin embargo, Kronstadt, como el resto de Rusia, no tenía intención de abrir una guerra en la República soviética. No querían un derramamiento de sangre, no querían dar el primer tiro. Kronstadt exigía sólo unas elecciones honestas, soviets libres de la dominación comunista. Defendían las proclamas de Octubre y revivir el verdadero espíritu de la revolución. Kronstadt fue aplastado tan implacablemente como Thiers y Gallifet asesinaron a los comuneros de París. Y con Kronstadt, todo el país y sus últimas esperanzas. Y con él, igualmente mi confianza en los bolcheviques. Ese día rompí finalmente, irrevocablemente, con los comunistas. Se volvió bastante claro para mí que nunca, bajo ninguna circuns tancia, podía aceptar la degradación de los seres humanos y la libertad, el chovinis mo del Partido y el Estado absolutista en que se había transformado, en esencia, la dictadura comunista. Finalmente comprendí que el idealismo bolchevique era un MITO, un peligroso delirio mortal para la libertad y el progreso. II. La dictadura comunistay la Revolución rusa La Revolución de Octubre no fue una legítima consecuencia del marxismo tra dicional. Rusia no era un país en donde, de acuerdo con Marx, la concentración de los medios de producción y la socialización de los instrumentos de trabajo llegara al punto en donde pudiera, durante más tiempo, contenerse dentro de la concha capitalista. La concha cae... En Rusia, la concha cayó inesperadamente. Cayó en una fase de escaso desarrollo técnico e industrial, cuando la centralización de la producción casi no se había pro ducido. Rusia era un país con un sistema de transporte pésimamente organizado, ^37. - Juggemaut, palabra proveniente del sánscrito Jagannatha, que es uno de los nombres con que se conoce al dios Krishná en la religión hindú. Su significado sería: "Fuerza irrefrenable que en su avance aplasta o destruye todo lo que se interponga en su camino” . Su iconografía es un enorme carro de dieciséis ruedas. r con una insignificante burguesía y un débil proletariado, aunque con campesinado fuerte numéricamente, y socialmente importante. Era un país en el cual, aparente mente, no se podía hablar de irreconciliable antagonismo entre una creciente fuerza de trabajo industrial y un sistema capitalista plenamente maduro. Aunque la combinación de circunstancias en 19 17 suponía, particularmente para Rusia, un estado excepcional que daría lugar a la destrucción catastrófica de todo el sistema industrial. Lenin escribiría en esa época: Era muy fácil iniciar la revolución en esta situación particularmente única de 1917. Las condiciones especialmente favorables serían: 1) La posibilidad de unir las proclamas de la revolución social con la demanda popular de finalizar la guerra mundial imperialista, que había producido un agota miento e insatisfacción entre las masas; 2) la ocasión de permanecer, tras un cierto periodo, fuera de la esfera de influen cia de los grupos europeos capitalistas que continuaban la guerra; 3 ) la oportunidad de iniciar, incluso durante el breve periodo de tiempo de esta tregua, la labor de reorganización interna y preparar las bases para la reconstrucción revolucionaria; 4) la inusual posición favorable de Rusia, en caso de una nueva agresión por parte del Occidente europeo imperialista, como consecuencia de su vasto territorio y los insuficientes medios de comunicación; 5) las ventajas de tales condiciones ante una posible guerra civil; y 6) la posibilidad de satisfacer inmediatamente la mayoría de las demandas de tie rra del campesinado, a pesar del hecho de que el punto de vista esencialmente demo crático de la población agrícola era completamente diferente del programa socialista del Partido del proletariado que debía asumir las riendas del gobierno. Además, la Rusia revolucionaria contaba también con una gran experiencia, como la de 1905 cuando la autocracia zarista logró aplastar la revolución por la sim ple razón de que en última instancia esta había sido exclusivamente un alzamiento político y, por lo tanto, no podía atraerse a los campesinos ni podía movilizar, inclu so, a buena parte del proletariado. La Guerra Mundial, al poner de manifiesto la completa bancarrota del gobier no constitucional, sirvió para preparar y avivar el gran movimiento popular, un movimiento el cual, por virtud de sus propios orígenes, sólo podía desarrollarse en una revolución social. Anticipándose a las medidas del Gobierno, en ocasiones incluso desafiando El mito bolchevique 285 Alexander Berkman a este último, las masas revolucionarias por su propia iniciativa comenzaron, mucho antes de Octubre, a poner en práctica sus aspiraciones sociales. Tomaron posesión de la tierra, de las factorías, de las minas, de los talleres y de los in s trumentos de producción. Se quitaron de encima los más odiados y peligrosos representantes del gobierno y de las autoridades. En su gran estallido revolucio nario, destruyeron todas las formas de opresión política y económica. En la Rusia profunda, los procesos de la revolución social estaban en marcha intensamen te incluso antes de que Octubre tuviera lugar en Petrogrado y Moscú. El Partido Comunista, con el objetivo de la dictadura, desde un principio juzgó correcta mente la situación. Tirando por la borda todo el andamiaje democrático de su plataforma, mantuvieron las proclamas de la revolución social con el objetivo de lograr el control del movimiento de masas. En el curso del desarrollo de la revolución, los bolcheviques dieron forma concreta a ciertos principios y méto dos fundamentales del anarco-comunismo, como era, por ejemplo, el rechazo al parlamentarismo, la expropiación de la burguesía, tácticas de acción directa, el control de los medios de producción, el establecimiento de un sistema de Conce jos Obreros y Campesinos (soviets). Además, el Partido Comunista explotará todas las demandas populares del momento: finalización de la guerra, todo el poder en manos del proletariado revo lucionario, la tierra para los campesinos. Esta actitud de los bolcheviques tendrá un gran efecto psicológico en el sentido de precipitar y estimular la revolución. Esta última es un proceso orgánico que brota con fuerza elemental a partir de las necesidades del pueblo, a partir de la compleja combinación de circunstan cias que determinan su existencia. La revolución instintivamente sigue la senda marcada por el gran estallido popular, reflejando de manera natural tendencias anarquistas. Destruye los viejos mecanismos estatales y proclama en el devenir político el principio de la federación de soviets. Emplea los métodos de la expro piación directa para abolir la propiedad privada capitalista. En el terreno de la reconstrucción económica, la revolución estableció los comités de talleres y fac torías para gestionar la producción. Comités de vivienda cuidaban de la apropia da asignación de habitaciones. Era evidente que el único, justo y sano desarrollo, que pudiera salvar a Rusia de sus enemigos externos, liberarla de los conflictos internos, expandir y profundizar la propia revolución, descansaba en la directa creativa iniciativa de las masas tra bajadoras. Solo ellas, que durante siglos habían soportado las cargas más pesadas 286 El mito bolchevique podrían, por medio del esfuerzo consciente sistemático, encontrar el camino hacia la nueva y regenerada sociedad. Sin embargo, esta concepción entraba en un irreconciliable conflicto con el sen tido del marxismo en su interpretación bolchevique y en particular con el punto de vista autoritario del propio Lenin. Formados durante años en su peculiar doctrina clandestina, en la cual se man tenía una ferviente creencia en la revolución social que, por no se sabe de que extraña forma se vinculaba con su no menos fanática creencia en la centraliza ción estatal, los bolcheviques concibieron un nuevo sistema de tácticas, en el sen tido de que la preparación y consumación de la revolución social necesita de la organización de un equipo conspirativo especial, constituido exclusivamente por teóricos del movimiento, investidos con poderes dictatoriales con el objetivo de clarificar y perfeccionar de antemano, por sus propios medios conspirativos, la conciencia de clase del proletariado. La característica fundamental de la psicología bolchevique es la desconfianza frente a las masas. Dejado a su suerte, el pueblo, de acuerdo con los bolcheviques, sólo puede desarrollar una conciencia de pequeños reformistas. Las masas deben ser liberadas por la fuerza. Para instruirlas en la libertad no se debe vacilar en el uso de la coacción y la violencia. Se renunciaba a la vía que conducía directamente a la creatividad de las masas. Coaccionar al proletariado en todas sus formas, como escribía Bujarin, uno de los más famosos teóricos comunistas, comenzando con la ejecución sumaria y concluyendo con el trabajo obligatorio es, a pesar de que pueda sonar paradójico, un método para refundir el material humano de la época capita lista en la humanidad comunista. Ya en los primeros días de la revolución, a comienzos de 1918, cuando Lenin anunció por primera vez al mundo su programa socioeconómico en sus más míni mos detalles, los papeles del pueblo y del Partido en la reconstrucción revolucio naria estaban absolutamente separados y definitivamente asignados. Por un lado, una completa sumisión de la multitud social, un pueblo sin voz; por el otro lado, el omnisciente y dominante partido político. Lo que sería inescrutable para todo el mundo, es un libro abierto para ellos. Sólo hay una fuente indiscutible de verdad, el Estado, aunque el Estado comunista es, en esencia y en la práctica, la dictadura de su Comité Central. Todo ciudadano debe ser, en primer lugar y ante todo, un sier vo del Estado, un obediente funcionario que ejecuta sin cuestionar los deseos de sus amos. Toda libre iniciativa, ya sea individual o colectiva, es eliminada en esta 287 Alexander Berkman concepción del Estado. Los soviets del pueblo son transformados en secciones del partido gobernante; las instituciones del Soviet se transforman en simples ofici nas, meras transmisoras de las decisiones desde el centro a la periferia. Todas las expresiones de la actividad estatal deben tener estampado el sello del visto bueno del comunismo, según es interpretado éste por la facción que está en el poder. Todo lo demás se considera superfluo, inútil y peligroso. En su afirmación, L’Étatc’est moia39, la dictadura bolchevique asume la plena res ponsabilidad frente a la revolución en todas sus implicaciones históricas y éticas. Habiendo paralizado los esfuerzos constructivos del pueblo, el Partido Comunis ta a partir de entonces sólo puede contar con su propia iniciativa. ¿Con qué medios, por lo tanto, espera la dictadura bolchevique sacar beneficio de los recursos de la revolución social? ¿Qué camino elegirá, no solo para subyugar maquinalmente a las masas a su autoridad, sino para educarlas, para inspirarlas con las avanzadas ideas socialistas, y estimularlas, exhaustas como están tras una larga guerra, la ruina eco nómica y la represión policial, con una nueva confianza en la reconstrucción socia lista? ¿Qué utilizarán en lugar del entusiasmo revolucionario que tan intensamente han consumido hasta ahora? Dos cosas marcan el principio y fin de las actividades constructivas de la dictadu ra bolchevique: i) la teoría del Estado comunista y 3) el terror. En sus discursos sobre el programa comunista, en las discusiones en conferen cias y congresos, y en su famoso panfleto, La enfermedad infantil del "izquierdismo" en el comunismo, Lenin gradualmente desarrollará su peculiar doctrina del Estado comunista, la cual será llamada a jugar un papel dominante en la actitud del Partido y determinará todos los pasos siguientes de los bolcheviques en la esfera de la política práctica. Es la doctrina del camino político en zigzag: de la pausay del tributo, de los acuerdos y los compromisos, de ventajosas retiradas, avances, retiradas y capitula ción, una verdadera teoría clásica del compromiso. Compromisos y negociaciones, por los cuales los bolcheviques denunciaron y estigmatizaron despiadada y justamente a todas las otras facciones del Estado socia lista, se convirtió en la estrella de Belén que señalaba el camino de la reconstrucción revolucionaria. Naturalmente, tales métodos sólo podían conducir a la ciénaga de la confrontación, la hipocresía y la carencia de principios. La paz de Brest-Litovsk; la política agraria con sus espasmódicos cambios de la clase campesina más empobrecida al campesinado explotador; la perpleja actitud frente a los sindicatos; la irregular política frente a los expertos técnicos, con sus 339.- En francés en el original, El Estado soy yo. 288 El mito bolchevique vaivenes teóricos y prácticos entre la gestión colegiada de las industrias al control personal, con sus angustiados llamamientos al capitalismo de Europa Occidental, saltándose al proletariado ruso y extranjero; finalmente, la más inconsistente y ser penteante medida, como fue la indiscutible y clara restauración de la abolida bur guesía. Este es el sistema bolchevique, un sistema de inaudito descaro puesto en práctica a escala gigantesca, una política escandalosa de doble rasero en donde la mano izquierda del partido comunista conscientemente ignora e incluso niega, por principio, lo que la mano derecha está haciendo; cuando, por un casual, se proclama que el más importante problema del momento es la lucha en contra de la pequeña burguesía (y, por cierto, en la fraseología estereotipada bolchevique, eso significaba en contra de los elementos anarquistas), la otra mano está emitiendo nuevos decre tos creando las condiciones tecno-económicas y psicológicas necesarias para la res tauración y apuntalamiento de esta misma burguesía; esta es la política bolchevique que permanecerá para siempre como un monumento a la total falsedad, a la total contradicción, determinada sólo por un instinto de conservación política oportu nista de la dictadura del Partido Comunista. Sin embargo, a pesar de lo que pueda jactarse la dictadura de los grandes éxitos de sus métodos políticos, lo que de verdad permanecerá será el trágico hecho de que las peores y más profundas heridas recibidas por la revolución vinieron de manos de la propia dictadura comunista. Hace tiempo, Engels afirmó que el proletariado no necesitaba del Estado para proteger su libertad, aunque sí con el propósito de aplastar a sus adversarios; y que cuando sea posible hablar de libertad, ya no habrá ningún gobierno. Los bolche viques adoptaron esta máxima no sólo como un axioma socio-político durante el periodo de transición sino otorgándole carácter universal. El terror siempre ha sido la última razón de ser de un gobierno alarmado por su existencia. El terrorismo es muy tentador, con sus múltiples posibilidades. Ofrece una rápida solución, como es él mismo, en situaciones carentes de esperanza. P si cológicamente, se justifica como una cuestión de autodefensa, como una necesidad de buscar el mejor método para golpear al enemigo. Sin embargo, los principios del terrorismo inevitablemente conllevan un perjui cio mortal para la libertad y la revolución. El poder absoluto corrompe y derrota tan to a sus partidarios como a sus opositores. Un pueblo que no ba conocido la libertad se acostumbra a la dictadura; luchando contra el despotismo y la contrarrevolución, el propio terror se convierte en su mejor herramienta. 389 Una vez por la senda del terror, el Estado necesariamente se aliena del pueblo. Es necesario reducir al mínimo el círculo de personas investidas con esos extraordinarios poderes, en nombre de la propia seguridad del Estado. Y entonces surge lo que podría denominarse como el pánico de la autoridad. El dictador, el déspota, siempre es un cobarde. Sospecha de traiciones por todos lados. Y cuanto más atemorizado se vuelve, más salvaje se vuelve la furia de su atemorizada imaginación, incapaz de distinguir el verdadero peligro del imaginado. Su imaginación siembra el descontento, el antago nismo, el odio. Al elegir este camino, el Estado está condenado a seguirlo hasta el final. El pueblo ruso permanece en silencio, y en su nombre, bajo el disfraz de combate mortal con la contrarrevolución, el gobierno entabla la más despiadada guerra contra todos los opositores al Partido Comunista. Cualquier vestigio de libertad es segado de raíz. Liber tad de pensamiento, de prensa, de reunión pública, autodeterminación de los obreros y sus organizaciones, libertad de trabajo, todo será declarado viejas tonterías, disparates doctrinarios, prejuicios burgueses o intrigas de una renaciente contrarrevolución. Esta es la respuesta de los bolcheviques al entusiasmo revolucionario y la pro funda fe que inspiró a las masas al principio de su gran lucha por la libertad y la justicia, una respuesta que se expresó en una política de compromiso en el exterior y el terror en el interior. Apartado de la directa participación en la labor constructiva de la revolución, acosado a cualquier paso, víctima de la constante supervisión y control del Partido, el proletariado se acostumbrará a considerar a la revolucióny su futuro destino como un asunto personal de los comunistas. En vano los bolcheviques señalan la Guerra Mundial como la causa del colapso económico de Rusia; en vano se lo atribuyen al bloqueo y el ataque armado contrarrevolucionario. Estas no son las verdaderas cau sas del colapso y la debacle. Ni el bloqueo ni las guerras con la reacción extranjera podrían abatir o vencer a un pueblo revolucionario cuyos inigualables heroísmo, abnegación y perseverancia han podido derrotar a todos los enemigos externos. Por el contrario, la guerra civil realmente ayudó a los bolcheviques. Sirvió para mantener vivo el entusiasmo popu lar y abrigar la esperanza de que, con el fin de la guerra, el partido gobernante haría efectivos los nuevos principios revolucionarios y aseguraría al pueblo el disfrute de los frutos de la revolución. Las masas esperaron con impaciencia la anhelada opor tunidad para la libertad social y económica. Aunque pueda sonar paradójico, la dic tadura comunista no contó con mejor aliado, en el sentido de fortalecer y prolongar su existencia, que las fuerzas reaccionarias con las cuales se enfrentaba. Alexander Berkman 390 El mito bolchevique Sólo con la finalización de las guerras, se pudo apreciar plenamente la desmo ralización económica y psicológica que la ciega política despótica de la dictadura había conducido a Rusia. Entonces se hizo evidente que el más temible peligro para la revolución no estaba en el exterior, sino dentro del país: un peligro como consecuencia de la propia naturaleza de los acuerdos sociales y económicos que caracterizan el sistema de los bolcheviques. Su rasgo característico, la abolición de los intrínsecos antagonismos sociales, sólo lo es formalmente en la Repú blica Soviética. En realidad, estos antagonismos existen y están profundamente arraigados. La explotación de la fuerza de trabajo, la esclavitud de los obreros y campesinos, la anulación de la ciudadanía como expresión del ser humano, como personalidad y su transformación en una parte microscópica de un mecanismo económico universal propiedad del gobierno; la creación de grupos privilegiados favorecidos por el Estado; el sistema de servicio laboral y sus órganos punitivos; estas son las características del bolchevismo. El bolchevismo, con su partido dictatorial y el comunismo de Estado, no es, ni nunca podrá ser, la antesala de una sociedad comunista libre y no autoritaria, ya que el propio sentido y naturaleza del gobierno, con un comunismo obligatorio, exclu ye tal evolución. Su centralización económica y política, su gubernamentalizacióny burocratización de todas las esferas de la actividad y esfuerzo, su inevitable militari zación y degradación del espíritu humano, que destruye automáticamente cualquier germen de la nueva vida y extingue los estímulos creativos, la labor constructiva. La histórica lucha de las masas obreras por la libertad necesaria e inevitable mente tiene que proceder de fuera de la esfera de influencia gubernamental. La lucha contra la opresión, política, económica y social, contra la explotación del hombre por el hombre, o del individuo por el gobierno, siempre será una lucha con tra el propio gobierno como tal. El Estado político, sea como fuere su expresión, y el esfuerzo constructivo revolucionario son irreconciliables. Se excluyen mutuamente. Toda revolución al desarrollarse debe hacer frente a esta alternativa: o desarrollarse libre e independiente al margen de los gobiernos, o elegir un gobierno con todas las limitaciones y estancamiento que este conlleva. El camino de la revolución social, de la constructiva independencia de las organizadas y conscientes masas, conduce a la ausencia de gobierno, esto es, a la anarquía. Ni un Estado ni un gobierno son necesarios para la creación de la nueva sociedad, sino la sistemática y coordinada reconstrucción social por parte de los trabajadores. No el Estado ni sus métodos policiales, sino la cooperación solidaria de todos los elementos obreros, el prole- 2 9 1 Alexander Berkman tañado, el campesinado, y los intelectuales revolucionarios, apoyándose mutua mente unos a otros en una voluntaria asociación, nos permitirá emancipamos de la superstición del Estado, acortando la distancia entre la abolida vieja civilización y el comunismo libertario. No por decreto de una autoridad central, sino orgánica mente, a partir de la propia vida, permitirá surgir la más robusta federación de las asociaciones industriales, agrarias y otras; sólo los trabajadores pueden organizarse y gestionarse a sí mismos, y entonces, y sólo entonces, la gran aspiración del trabajo a favor de la regeneración social tendrá unas firmes bases. Sólo con tal organización del bienestar común podrá constmirse un espacio realmente libre, creativo, una nueva humanidad y podrá actuar de antesala del verdadero no gobierno, el anarco- comunismo. Vivimos la víspera de grandes cambios sociales. Las viejas formas de vida están rompiéndose y dejándose de lado. Nuevos elementos están tomando carta de naturaleza, buscando su adecuada expresión. Los pilares de la actual civilización están comenzando a tambalearse. Los principios de la propiedad privada, la concep - ción de la personalidad humana, de la vida social y de la libertad están siendo ree valuadas. El bolchevismo llegó como un símbolo revolucionario, la promesa de una mejor vida. Para millones de desheredados y esclavizados se ha convertido en una nueva religión, el faro de la salvación social. Sin embargo, el bolchevismo ba fraca sado, completa y absolutamente. Como el cristianismo, una vez la esperanza de los oprimidos, ba expulsado a Cristo y su espíritu de la Iglesia, así los bolcheviques han crucificado la Revolución rusa, traicionado al pueblo, y actualmente busca engañar a otros millones de personas por medio del beso de Judas. Es imperativo desenmascarar el gran engaño, que, de otra forma, podría llevar a los obreros occidentales al mismo abismo que sus hermanos en Rusia. Incumbe a aquellos que han visto directamente el mito el exponer su verdadera naturaleza, revelar la amenaza social que se oculta tras él, el jesuitismo rojo que llevaría al mun do a la edad oscura y a la inquisición. El bolchevismo es el pasado. El futuro pertenece al ser humano y su libertad. 393 El mito bolchevique ín d ic e o n o m á s tic o Abrams, Maiy: ion. Adel, Samuel: ion. Alien, Reginald Clifford: 135, i3gn, 136. Alsberg, Hemy Garfield: 143, i43n, 183, ai 3 , 341. Alyosha: 14,59. Annakin, Ethel: Ver Snowden, Etbel. Andreyeva, María Fiodorovna: 19, íqn, 3on. Antselovitch: 119 ,13 3 ,13 4 . Apfelbaum, Hitch: 19, 39, 39n, 3 o, 3 i, 7on, 85n, io 3 , io9n, n i, un, 117 ,118 ,119 , i 3 o, i 3 i, i 3 in, i 3 3, 144, 301, 3i3, 342, 343, 349, 353, 354, 355, 357, 359, 360, 36on, 361, 363, 369, 37in, 374n, 379, 380. 7 Arlandis Esparza, Hilario: 374, 374n. Askarovjakobson, Germann: Ver Burrit, Oskar. Astrov, Isaak Sergeevich: 330, 33on. Auguste, Gastón Alexandre: Ver Gallifet (Marqués de). Bakáyev: i 3 i, i 3 in, i 33, i 3 3 . Baker, Marguerite Elton: Ver Harrison, Marguerite Elton. Bakunin, Mijail: 33on. Balabanova, Angélica: 133, i33n, 134,137, i37n, 3o3, 3i3, 350. Barón, Aaron; 344, 344n, 349, 351. Barón, Fanya: 344n, 376, 376^ Barry, Griffin: 3 g, 35 n, 37. Bednyi, Demian: 77,77n, 78. Berkshire, FrankW.: 10, ion, 11,15 ,16 ,17 . Berg, John: nn. Bemstein, Eduard: 3 i, 3 in. Bemstein, Ethel: 10, 85. Bertoni, Luigi: 6in. Betchin.- 347, 348. Bialik, Hayyim Nahman: 317, 3i7n. Bianki, Peter J.: i 3 , i 3 n , 33, 3 3 ,137. Bieland: 108,109. Birk, John: 11, nn, i 3 . Bismarck, Otto von.- 3 in. Alexander Berkman Blumkin, Yakov Grigorevich: i3 in. Bockob: Ver Voskov, Semion Petrovich. Boni, ALbert: 241, 24111, 277. Boris (hermanos): 11. Borisiuk, Valdimir: un. Bramas, Vladimir: 60, 6on. Biyant, Louise; 241, 24in. Budionni, Semion Mikhailovich: 223, 223n. Buhkanova, Thomas P (Tommy the Kid): i 3 n Bujarin, Nikolai Ivanovich: io6n, i 3 on, i32n, 242, 242n, 260, 275. 287, Bullitt, William: 242n. Burov: 2233 ,234. Burrit, Oskar: 60, 6on, 6 3 , 64. Chicherin, Georgi Vasilyevich: 17, i7n, 18,19,37, 43,44, 52, 85, 91, 92, 93, 9 9 ,111,118 , i 3 o, 192, 241- Chemenko: 178. Chemov, Viktor Mikhailovich: i3 6 , i 3 6 n. Cromwell, Oliver: 105, íojn. Deamin, Zalman: ion. Degeyter, Pierre: 23n. Denikin, Antón Ivanovich: 7,7n, 11,26,39,41,42,97,145* i 4 ^n’ 1 5 1 > 1 5 9 ’ 1^0, 1^ 5 ’ *68, 171,172,187,188,19 0,191,195,19 8, 205, 207, 214- 24°n, 247n. Dostoyevski, Fiódor: i 4 n, 25. Drozdov: 88, 89, 90. Dzerzhinski, Feliks Edmúndovich: 137, 2 5 °n. 271,27111. 2 73 . Eichembaum, Vsevolod Mikaiolovitch: Ver Volin. Engels, Friedrich: 204n, 281, 289. Ethel: 99,100,101. Fanya: 189. Feinberg, JOe, 19, ign. Ferrer Guardia, Francisco: 111. Figner, Vera: 22911. Fishelev: io6n. 294 El mito bolchevique Gallifet (Marqués de): 263, 263n, 284. Gallina: 205, 207,208, 211. Gapón, Georgi Apolónovich: 25, 25n. Gitlow, Benjamín: 108, io8n. Gogol, Nikolai Vasílievich: 25,191, ígm. Goldman, Emma, 10, ion, 83 ,143,173,178, 2o3, 205,221, 289, 241, 252, 262. Gordin, Abba: i 33 , i 33 n. Gordin, V.L.: i 33 , i 33 n. Gorki, Maxim: 19, íqn, 2,iqn. Gotman, Joseph: Veri Iósif el Emigrante. Gotman, Lya: i 63 , i 63 n, 249. Grigoriev, Nildfor: 171, i7in, 207, 218, 23 i . Grossman , luda Solomonovich: Ver Roshchin. Gumherg, Sergei: Ver Zorin. Harrison, Marguerite Elton: 79, 79n, 80, 241. Haywood, William: 108. Herzen, Aleksandr Ivánovich: 29, 3 o, 29n. Download 192 Kb. Do'stlaringiz bilan baham: |
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