Agencia Andaluza del Agua consejería de medio ambiente


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un descenso importante del nivel del mar en cotas inferiores a 100 m. Al subir de nuevo,

muchos sitios quedaron sumergidos. El hábitat en las bahías naturales evidencia un con-

traste en el aprovechamiento de recursos y sugiere diferencias en modos de vida de costa

y de interior. En la costa hay un intenso aprovechamiento de recursos marinos –malaco-

lógicos, peces y mamíferos marinos, como foca monje o ballenas que quedaban varadas

en las playas– y del mantenimiento de la caza. 

En el interior los enclaves están junto a fuentes y manantiales o en relación con

cuencas fluviales y zonas endorreicas. Existe un claro aprovechamiento de la montaña y

de sus recursos cinegéticos. Las principales especies cazadas dependen lógicamente de los

medios naturales, pero destacan las aves, ciervos, cabras, bóvidos, corzos y jabalíes. 

De este modo, se ocupan todos los medios naturales, destacando la asociación de los

sitios con el control de pasos naturales, siempre situados junto a manantiales, en algunos

Arriba, pintura rupestre con representaciones de un pez

y de otros animales de la cueva de la Pileta, Benaoján

(Málaga). 

[P. CANTALEJO]

Abajo, grabado de un pez de la cueva de Ardales 

(Málaga). 

[P. CANTALEJO]

Izquierda, paraje de la cueva de Ardales (Málaga). 

[J. MORÓN]



70

MANANTIALES, HISTORIA, CULTURA Y ETNOGRAFÍA

casos de aguas sulfurosas, como ocurre en el entorno de la cueva de Ardales (Málaga). Los

motivos artísticos documentados de anátidas y serpentiformes de Ardales o de focas de

Nerja, muestran también la relación con medios húmedos y lagunas, así como el papel

de la pesca en los modos de vida. El interés de los recursos acuáticos se comprueba tam-

bién en la presencia de adornos-colgantes realizados sobre soportes malacológicos, prin-

cipalmente de origen marino mediterráneo (clases gasterópoda, bivalva y escafópoda) y

en menor medida de agua dulce (gasterópoda). Su localización en asentamientos del in-

terior, como la cueva del Tajo del Jorox (Alozaina, Málaga), Cueva Ambrosio (Vélez-

Blanco, Almería), El Pirulejo (Priego, Córdoba) o la cueva de los Ojos (Cozvíjar, Granada)

es una evidencia de la movilidad y de las redes de distribución de productos de esta for-

mación social, así como de los contactos de grupos costeros con los de interior.

Al final del Paleolítico Superior y en el Mesolítico (10.000 B.P.-8.000 B.P.) compro-

bamos la importancia que alcanza la pesca y la explotación de recursos marinos. Los asen-

tamientos situados en las bahías de Málaga, Algeciras y Cádiz así lo confirman (cueva de

Nerja, Hoyo de la Mina, Gibraltar, Embarcadero del río Palmones en Algeciras, El Reta-

mar en Puerto Real). Destacan ahora tecnologías de pequeños formatos con proyectiles

y microlitos geométricos. El Retamar muestra evidencias de asentamientos de ocupación

estacional para el desarrollo de actividades pesqueras, realizándose en él tareas de proce-

samiento, transformación y consumo. 

Por tanto, al igual que en otras regiones peninsulares, como el Cantábrico, en el apo-

geo del Mesolítico asistimos a un protagonismo destacado de prácticas de marisqueo, que

Arriba, conchas de peregrina o vieira (Pectem maximus)

y de lapa (Patella ferruginea), especies de bivalvo y

gasterópodo que se registran con frecuencia en los

yacimientos prehistóricos de la costa de Málaga. 

[J. MORÓN]

A la derecha, interior de la cueva de los Murciélados de

Zuheros, en la Subbética de Córdoba. 

[J. MORÓN]


AGUA Y POBLAMIENTO PREHISTÓRICO EN ANDALUCÍA

71

se han vinculado a una reducción de la movilidad, a respuestas tecnológicas regionales y



a la modificación del arte, en el marco de un importante cambio ideológico. 

Al mismo tiempo, perduran los asentamientos situados en la Alta Andalucía, como

en la cueva del Nacimiento (Pontones, Jaén) y en la Subbética de Córdoba, zonas de mon-

taña ricas en agua y recursos tradicionales. 

LA DOMESTICACIÓN DEL AGUA POR LAS SOCIEDADES TRIBALES NEOLÍTICAS

Con estas sociedades se genera un nuevo modo de producción y reproducción social,

que se manifiesta arqueológicamente en modos de vida aldeanos (8.000 B.P.-6.000 B.P.). Es-

tas sociedades agrícolas y ganaderas tienen nuevas formas de propiedad, trabajo y distri-

bución de productos. La tierra es elemento decisivo y se asiste a una propiedad efectiva de

los medios de producción. De ahí el cambio fundamental en las relaciones con el agua. Co-

menzará a ser básica en los procesos de trabajo agrícola y ganadero. Asistimos a una auténtica

domesticación del agua, que se convierte así en nuevo medio de producción. En el proceso

histórico que se inicia con las sociedades tribales y conduce a las sociedades clasistas iniciales

de la Prehistoria Reciente (Edades del Cobre –5.000 B.P.-4.000 B.P.– y Bronce –4.000 B.P.-

3.000 B.P.–) se desarrollan nuevas formas de captación, distribución y consumo del agua,

con la construcción de acequias y cisternas. Estas tareas conllevan también gran inversión

de trabajo, que en principio se sitúa en el marco de relaciones parentales de las sociedades

tribales, pero que en las sociedades clasistas iniciales se enmarcarán en la aparición de sig-

nificativas desigualdades sociales. 

Vaso neolítico. 

[P. CANTALEJO]

A la izquierda, recreación de la vida en un poblado

neolítico junto al agua. 

[ILUSTRACIÓN DE PACHO GARMENDIA]



ROMA Y LA IMPORTANCIA DEL AGUA

Los numerosos avances técnicos y en in-

geniería hidráulica acontecidos en la Grecia

clásica tuvieron una de sus plasmaciones en

las numerosas obras públicas que, especial-

mente a partir de la Pax instaurada con Au-

gusto en torno al cambio de Era, se prodiga-

ron por las diversas provincias del Imperio. 

En relación al abastecimiento, distribu-

ción, almacenaje y consumo del agua en el

mundo romano –y en la provincia Baetica,

grosso modo coincidente con la actual An-

dalucía–, las innovaciones técnicas fueron

notables y muy generalizadas; con ellas se lo-

gró una total independencia de la ubicación

de los núcleos de población con los lugares de

captación de aguas, ubicación que estuvo su-

jeta a multitud de factores, entre los cuales la

geoestrategia y las comunicaciones fueron

dos de las claves fundamentales. Baste recor-

dar cómo algunas ciudades romanas se apro-

visionaron de agua procedente de casi un

centenar de kilómetros de distancia, como

sucede con el acueducto de Gades y su caput



aquae instalado en el manantial del Tempul;

también fueron numerosas toda una serie de

estructuras destinadas a la captación y alma-

cenaje de agua –aljibes, cisternas, canaliza-

ciones…– para el suministro cotidiano, de las

industrias urbanas o para el ingente consumo

de agua que requerían las termas.

El ciclo del agua estaba cubierto en el

mundo romano, a excepción de su reci-

claje, que como sabemos corresponde a

épocas más recientes. Además de cumplir

con las necesidades básicas, el agua en

Roma cuenta con muchas más facetas de la

vida cotidiana: su función como elemento

decorativo en el ámbito urbano es uno de

los ejemplos más clarividentes. La mayor

«sensibilidad» estética del agua del mundo

romano respecto a Grecia generó la cons-

trucción en las ciudades de numerosos mu-

nera, estructuras hidráulicas de diversa na-

turaleza que poblaron las domus, las villae y

sus jardines, los foros, los cruces de caminos

o incluso los palacios de los emperadores,

recordemos la importancia del agua en Vi-

lla Adriana en Tívoli, casa del gran empe-

rador nacido en Itálica. Así, las fuentes or-

namentales eran características de las

ciudades de la Bética –aunque los testimo-

nios que nos han llegado son muy limita-

dos y las conocemos mejor gracias a ejem-

plos de otras urbes como Roma o Pompeya –,

inaugurando una tradición que se man-

tuvo en época islámica, como evoca, entre

muchas otras, la fuente de los Leones en la

Alhambra. También eran característicos los

ninfeos –nombre alusivo a las ninfas acuá-

ticas aplicado a fuentes ornamentales de

grandes dimensiones, propias de fachadas

de edificios públicos, como la de la gaditana



Baelo Claudia– o las piscinas (lacus) de los

jardines. Los acueductos, como obra de in-

geniería por excelencia –especialmente los

72

MANANTIALES, HISTORIA, CULTURA Y ETNOGRAFÍA



Agua y manantiales 

en las ciudades de la Bética romana

Darío Bernal Casasola

UNIVERSIDAD DE CÁDIZ

Arriba, tramo del acueducto romano que abastecía

desde el manantial de las Angosturas a la antigua Sexi,

Almuñécar (Granada), en una imagen de principios del

siglo 


XX

del Portfolio fotográfico de España.

[CONSEJERÍA DE

MEDIO AMBIENTE, JUNTA DE ANDALUCÍA]

Piezas labradas en piedra ostionera del último tramo

del acueducto romano que abastecía de agua a la

ciudad de Cádiz desde el manantial del Tempul. 

[MUSEO DE CÁDIZ]



tramos con arquationes–, tenían una carga

simbólica importante, siendo uno de los

máximos exponentes del éxito del hombre

ante la naturaleza, superando todos los obs-

táculos, expresión del pragmatismo de la

mentalidad romana, de ahí que fuesen, en

parte, financiados por la Casa Imperial.

LOS BALNEA EN LA BÉTICA

Los romanos otorgaron al agua un ca-

rácter simbólico, de ahí la construcción

por todo el imperio de templos o edificios

de culto consagrados a los manantiales,

como el de Zaghouan en el norte de África,

origen del acueducto de Cartago. 

Esta veneración de las fuentes en el

Mundo Antiguo encuentra en los manan-

tiales un ejemplo clarividente, y en Andalu-

cía contamos con algunos testimonios. La-



natrina, balineum, balneum balnearius eran

los términos latinos usados para definir ge-

néricamente los lugares donde se procedía al

baño, mientras que thermae se circunscribía

a los establecimientos de agua caliente.

Diversos autores romanos, como Vi-

trubio o Séneca, explicitan la importancia

y carácter minero-medicinal de las aguas

termales, y de su surgimiento de la tierra a

altas temperaturas. Esta cualidad, unida al

conocido carácter terapéutico de algunas

de estas surgencias –calificadas de «sulfu-

rosas» en sentido amplio–, generó en di-

versos lugares del imperio romano la apa-

rición de balnearios, edificios que

habitualmente no conllevaron amplios

procesos de transformación del paisaje. La

propia clasificación del tipo de aguas me-

dicinales según Plinio en el siglo 

I

d.C. u



Oribasio en el 

IV

d.C. (sulfurata, alumi-



nata, bituminata nitrosa) es una prueba

AGUA Y MANANTIALES EN LAS CIUDADES DE LA BÉTICA ROMANA

73

Arriba a la izquierda, frontal de fuente romana



procedente de Itálica, con la loba y los fundadores 

de Roma. 

[MUSEO ARQUEOLÓGICO DE SEVILLA]

Derecha arriba, pilar abrevadero en las inmediaciones

de Benaocaz (Cádiz), junto a una calzada de origen

romano. 


[J. ANDRADA]

Abajo, recreación de las ruinas de las «antiguas 

termas o baños de Sevilla» (Itálica), en un grabado 

de E. Kirkall, 1726. 

[COLECCIÓN J. M. RODRÍGUEZ HIDALGO]


tangible del gran conocimiento de sus pro-

piedades en la Antigüedad, y de su pres-

cripción para tratamientos medicinales de

diversa naturaleza. 

La mayoría de los datos sobre balnearios

romanos en Hispania se centra en Galicia,

Cataluña y Extremadura, siendo mínimas o

incluso erróneas las referencias publicadas

hasta la fecha en otras regiones. Baste re-

cordar cómo algunos veneros naturales de

aguas provocaron en la Tarraconense, espe-

cialmente en Galicia, el nacimiento de ciu-

dades con el nombre de las aguas (Aquae

más un calificativo). 

De ahí que muchas de las noticias eru-

ditas sobre el origen romano de «balnearios

andaluces» sean erróneas o, en el mejor de

los casos, no confirmadas arqueológica-

mente. Se tendía en el siglo 

XIX


a «presti-

giar» la importancia de muchos de estos

complejos remontando sus orígenes a

época romana, incluso falsificando ins-

cripciones o aportando datos inciertos.

Esta costumbre sigue vigente, como se ha

podido constatar en la última edición de la

feria 


FITUR

, en la que se aludía al origen ro-

mano de más balnearios de los confirma-

dos por testimonios arqueológicos.

Trabajos recientes –sintetizados por

Díez de Velasco, de la Universidad de La

Laguna– permiten contar con un listado

de balnearios romanos andaluces que no

llega a la decena. De entre ellos, en la pro-

vincia de Cádiz se cuentan tres ejemplos. El

primero sería el de la ciudad de Carissa Au-

relia (Bornos-Espera), en la cual, tanto la to-

ponimia –Bornos, vocablo relacionado apa-

rentemente con el teónimo Bormanico,

vinculado a la divinidad termal gala Borvo;

o Fuencaliente, fuente de la Sarna–, como el

hallazgo de dos esculturas de ninfas, per-

mite ser optimistas, a pesar de la ausencia de

confirmación arqueológica por el mo-

mento. En segundo lugar, el cortijo de Ca-

sablanca, relacionado con la antigua ciudad

de Lacca por G. Chic, ciudad de la que sa-

bemos por fuentes medievales que disponía

de un manantial usado con fines curativos.

Y por último, Baños de Gigonza en Pa-

terna, la Saguntia de las fuentes, cuyo pro-

pio nombre evoca la importancia de la ac-

tividad balnearia en la zona, si bien una vez

74

MANANTIALES, HISTORIA, CULTURA Y ETNOGRAFÍA



Mapa de la antigua provincia Bética incluido por el 

P. Flórez en su obra La España Sagrada, grabado, 1752.

[BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA]


más faltan las evidencias arqueológicas que

lo confirmen. Por lo que respecta a la pro-

vincia de Sevilla, es claramente romana la

piscina rectangular de opus caementicium

revestida de hormigón hidráulico de la lo-

calidad de La Luisiana.

En Andalucía Oriental contamos con

datos indirectos en Alhama de Almería 

–hallazgo de una estatua cerca de una sur-

gencia natural o referencias documentales

medievales– y en Tíjola, donde la existen-

cia de instalaciones balnearias parece evi-

dente. Por lo que respecta a la provincia de

Granada, en Alhama de Granada se ha pro-

puesto un posible origen romano para sus

termas, así como en La Malahá, población

en la que se conocen hallazgos romanos

adyacentes al edificio de baños del siglo

XIX

. Recientes estudios en la comarca gra-



nadina de Guadix-Baza están aportando

interesantes datos sobre Zújar, Alicún de las

Torres o Graena, si bien se trata de una lí-

nea de trabajo aún incipiente.

En Málaga contamos con estudios re-

cientes que confirman los intentos de explo-

tación, durante el siglo 

XIX


o inicios del 

XX

, de



casi todas las localidades que contaban con

manantiales minero-medicinales, con el de

Carratraca a la cabeza. De todas ellas, no hay

constancia fehaciente de su origen romano,

aunque se presume en buena parte de las

ocasiones por la existencia de hallazgos ro-

manos en las inmediaciones. Con todo, se rei-

tera una vez más la misma constante: ausen-

cia de datos arqueológicos contundentes para

demostrar su datación hispanorromana o

anterior en la mayoría de los casos. 

Lo que sí parece deducirse de la infor-

mación existente es que los balnearios se

encontraban alejados de las aglomeraciones

urbanas en el sur peninsular, o al menos no

circunscritos al perímetro interior de sus

murallas. Otra cuestión a resaltar es la au-

sencia en Andalucía de datos epigráficos

sobre la existencia de cultos termales, que se

ha interpretado como resultado de la escasa

tradición de los baños calientes en época

prerromana, mientras que por el contrario

sí conocemos múltiples evidencias de di-

chas prácticas en las tierras septentrionales

de la Península Ibérica. Los congresos sobre

Termalismo Antiguo en la Península Ibérica

–cuyas Actas se encuentran editadas en la

revista Espacio, Tiempo y Forma de la 

UNED -

– exponen la importancia del culto a divi-



nidades acuáticas en Lugo, la Cueva Negra

(Fortuna, Murcia) o en diversas localidades

catalanas, frente a la parquedad de datos

en Andalucía, relativos a la sacralización

del agua termal.

Por último, recordar cómo los manan-

tiales jugaron un papel importante en la

vida cotidiana de las comunidades hispa-

norromanas. Pozos o fuentes aprovechando

veneros naturales eran una constante, es-

pecialmente en las villas romanas que pue-

blan el agro andaluz. Un buen ejemplo es el

de la villa del Puente Grande-Ringo Rango

en Los Barrios (bahía de Algeciras), donde

se construyó una fuente en el siglo 

I

d.C. que



permaneció en activo hasta el siglo 

XIX


,

como recientes excavaciones arqueológicas

se han encargado de demostrar. 

El papel de los manantiales en la An-

dalucía romana fue fundamental, si bien,

como decimos, Roma supo domesticar el

agua, por lo que la fundación de estableci-

mientos urbanos o rurales no estuvo nunca

supeditada a los lugares de surgencia, a ex-

cepción de los citados balnearios termales.

Únicamente por cuestiones de rentabili-

dad algunas industrias que requerían de

un notable aporte hídrico, como las alfare-

rías, sí contaron con este condicionante,

por lo que es frecuente encontrar las figli-

nae cerca o directamente relacionadas con

manantiales, o pozos. 

AGUA Y MANANTIALES EN LAS CIUDADES DE LA BÉTICA ROMANA

75

Izquierda, paraje de los baños y castillo de Gigonza,



solar de la ciudad romana de Saguntia, Paterna (Cádiz).

[M. REGIDOR]

Derecha, fuente Minguilla, en Castro del Río (Córdoba), 

de posible origen romano. 

[A. CASTILLO]


Tener garantía de abastecimiento de

agua en un territorio mediterráneo, donde

este recurso resulta a menudo escaso, cons-

tituye un factor determinante primordial

que condiciona la decisión de ubicación y

diseño constructivo de fortalezas. Esta razón

justifica la frecuente asociación de elemen-

tos de arquitectura defensiva a la proximidad

de manantiales, bien para asegurar la aguada

de sus moradores, o para prevenir su apro-

vechamiento por parte ajena. El control de

ciertos manantiales se convierte así en una

cuestión estratégica decisiva para el control

del espacio geográfico. En estas breves lí-

neas se recogen algunas referencias signifi-

cativas de este hecho en Andalucía.

El inusual emplazamiento del castillo

de las Aguzaderas, situado en el término de

El Coronil (Sevilla) en una hondonada en-

tre lomas, al contrario que tantas fortalezas

de posición eminente, es revelador de la

singular función defensiva que desempeñó

en otros tiempos: se levantó principal-

mente para guardar un manantial inagota-

ble, fenómeno muy apreciado en los vastos

secanos de una campiña donde las fuentes

y aguas dulces escasean, hecho que enfatiza

aún más el arroyo que discurre por sus cer-

canías, con el nombre de Salado. 

Durante las luchas entre castellanos y

musulmanes y las banderías nobiliarias de

la Baja Edad Media, la franja de las campi-

ñas meridional sevillana y gaditana –cono-

cida como Banda Morisca– se convirtió en

un área fronteriza especialmente sensible,

en un escenario de frecuentes incursiones

erizado de torres, castillos y villas fortifica-

das donde los contados manantiales exis-

tentes adquirieron un alto valor estratégico,

hasta el punto de justificar obras tan consi-

derables como el castillo de las Aguzaderas. 

Si bien este paraje se habitó ya desde

época prehistórica y consta que en el pe-

riodo islámico fue solar de algún tipo de

construcción defensiva –entre las dona-

ciones hechas por Fernando III a mediados

del siglo 

XIII


a la Iglesia de Sevilla figuran

tierras en el sitio de «Aznalcázar [designa-

ción alusiva a una fortificación] en que es-

taba la fuente de las Aguzaderas…»–, la fi-

sonomía del castillo que subsiste responde

a las intervenciones acometidas por el Ca-

bildo de la Catedral hispalense entre 1348

y 1355, o las efectuadas a principios del si-

glo 

XV

tras la concesión del señorío de la



fortaleza y sus términos en 1388 al Ade-

lantado de Andalucía Per Afán de Ribera el

Viejo, en unos años en que el castillo de las

Aguzaderas se hallaba «fronterizo de los

moros» y era «lugar muy perteneciente

para les fazer mucho daño en tiempos de

guerras». De planta cuadrada, su diseño

original incorporaba una torre albarrana

que se proyectaba sobre el manantial para

asegurar su control. Más adelante, hacia

1420, al perímetro amurallado se le añadió

un pequeño adarve rectangular, cegándose

el arco ojival de comunicación con la alba-

rrana y cerrándose un recinto saliente que

76

MANANTIALES, HISTORIA, CULTURA Y ETNOGRAFÍA



Castillos, torres y manantiales 


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