Agencia Andaluza del Agua consejería de medio ambiente


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agua se encuentre saturada o sobresatu-

rada en las sales correspondientes. En esas

condiciones, cualquier cambio en las va-

riables que intervienen en el equilibrio di-

solución-precipitación puede hacer que se

formen precipitados, que en el caso de las

aguas subterráneas son especialmente visi-

bles en cuevas y áreas de surgencia.

Existe gran variedad de tipos de depósi-

tos que pueden llegar a asociarse al agua,

tanto desde el punto de vista morfológico

como mineralógico o cromático. Quizás lo

más perceptible sea el aspecto morfológico,

y aquí la variedad es extraordinaria, desde

simples impregnaciones –o manchas– a per-

fectas cristalizaciones, desde coladas, a con-

creciones, depósitos de fondo, etc.

El conjunto de precipitados más ge-

nuino y abundante de las aguas subterráneas

es el originado por las aguas carbonatadas al

perder el anhídrido carbónico disuelto en

los puntos de aireación, en el interior de ca-

vidades o en las surgencias. En esas condi-

ciones se produce depósito de carbonato

cálcico en formas muy variadas (tobas, tra-

vertinos, coladas, concreciones, etc.). En

Andalucía son muy frecuentes ese tipo de

depósitos asociados a manantiales kársti-

cos, con un número importante de edificios

travertínicos (Alájar y Zufre en Huelva, Hor-

nachuelos en Córdoba, Mijas y Maro en

Málaga, etc.) o plataformas tobáceas.

En aguas carbonatadas, con algo de gas

(anhídrido carbónico), como ocurre en mu-

chos manantiales de la Alpujarra granadina,

y, en especial, en Lanjarón, resulta común

observar precipitados negros, rojos, anaran-

jados o amarillentos, de óxidos como la li-

monita, jarosita, clinozoisita, ocre, etc.

La combinación de aguas carbonatadas

relativamente mineralizadas con la pre-

sencia de iones metálicos, da origen tam-

bién a depósitos de gran belleza y singula-

ridad; un buen ejemplo lo tenemos en

Fuente Agria de Pórtugos (Granada), que

toma ese nombre por el alto contenido en

hierro (limonita) y gas natural de sus aguas,

las cuales han generado un espectacular

depósito carbonatado en cascada, con in-

tenso color anaranjado (El Chorreón).

De igual naturaleza es el manantial fe-

rruginoso de La Aliseda, en Santa Elena

(Jaén), en pleno corazón de Despeñape-

rros, que posee un impresionante depó-

sito calcáreo (travertino) en forma de cas-

cada, que sirve de atracción a la zona

recreativa ahí creada.

En el interior de cavidades las precipita-

ciones son muy abundantes, originando mu-

chísimas formas, entre las que destacan las

conocidas estalactitas y estalagmitas. Las for-

mas de cristalización y las variedades cro-

máticas también son también muy variadas,

dando lugar a extraordinarios paisajes sub-

terráneos, tapizados por cristales, funda-

mentalmente de aragonito y calcita, blan-

cos, rojos (por hierro) o azules (por cobre).

Los manantiales termales son origen tam-

bién de frecuentes y variados depósitos, favo-

recidos por la relativa salinidad de este tipo de

aguas y por el brusco descenso de la tempe-

ratura de las aguas –con lo que disminuye la

solubilidad de las distintas sales– al salir éstas

al exterior. Un caso paradigmático lo tenemos

en los manantiales termales de Alicún de las

Torres (Granada), que han originado, con la

ayuda de la mano del hombre, un espectacu-

lar acueducto travertínico de muchos metros

de altura, denominado El Toril.

Otro de los depósitos más llamativos y

apreciados de las aguas subterráneas es el de-

nominado «sal de manantial», producido

por precipitación del cloruro sódico o po-

40

AGUAS SUBTERRÁNEAS Y MANANTIALES



Cristalizaciones y 

depósitos de manantiales

Juan Carlos Baquero Úbeda

UNIVERSIDAD POLITÉCNICA DE MADRID



tásico, adquirido por disolución de terre-

nos salinos atravesados por el agua. En An-

dalucía, estos depósitos han sido aprove-

chados desde la época de los íberos y

tartesios hasta la actualidad, destacando los

existentes en las provincias de Granada, Cór-

doba y Jaén, casi todos ellos ligados a ma-

nantiales que han circulado por evaporitas

–yeso y halita fundamentalmente– triásicas

o miocenas de las Cordilleras Béticas.

Son muchos los ejemplos de precipita-

dos de yeso y halita que pueden citarse,

entre los que destacan los de las cuevas del

Agua de Sorbas (Almería) y del Yeso de

Baena (Córdoba). También son especta-

culares las concentraciones salinas y cris-

talizaciones de los manantiales de La Ma-

lahá o de Fuente Camacho (Granada), con

valores que se aproximan a los 300 g/l de

sales disueltas.

Mucho más raros son los depósitos de

celestina, como los que se relacionan con la

paleo-surgencia de las Fumarolas (Gra-

nada). En aguas profundas de tipo sulfu-

roso, que se reconocen de lejos por el in-

confundible olor a huevos podridos –por

desprendimiento de sulfhídrico–, es fre-

cuente encontrar pátinas blanquecinas for-

madas por sulfuros de sodio que rápida-

mente se sulfatan al aire.

Para finalizar, indicar que uno de los

más importantes depósitos asociados a sur-

gencias y manantiales en toda Andalucía es

muchas veces el más olvidado, compuesto

por arenas, limos silíceos, lodos o arcilla de

descalcificación –terra rossa–, producidos

por la deposición de las sustancias insolu-

bles arrastradas por el agua. Estas acumu-

laciones pueden ser notablemente potentes

y llegan a formar costras, coladas o mate-

riales de relleno, que en ocasiones sellan las

salidas naturales (paleokarst).

CRISTALIZACIONES Y DEPÓSITOS DE MANANTIALES 

41

Cristalización de calcita, en la página anterior, de



aragonito blanco en «flor» y de aragonito coraloide azul,

arriba a la izquierda y centro, en la Gruta de las Maravillas,

Aracena (Huelva). 

[AYUNTAMIENTO DE ARACENA, R. MANZANO Y F. J. HOYOS]

Arriba, a la derecha, cristal de sal gema en el manantial

de Fuente Camacho (Granada).

[A. CASTILLO]

Al lado, formaciones estalactíticas de sulfatos y

carbonatos con contenido de cobre, minas de Riotinto

(Huelva). 

[CONSEJERÍA DE MEDIO AMBIENTE, JUNTA DE ANDALUCÍA]

Abajo a la derecha, concreción de carbonato cálcico en

una conducción de los manantiales de Lanjarón

(Granada). 

[A. CASTILLO]


Rafael Fernández Rubio

UNIVERSIDAD POLITÉCNICA DE MADRID

¿POR QUÉ CAPTAR LOS MANANTIALES?

Muchos de los manantiales que hoy

vemos como tales, es decir como surgen-

cias de aguas subterráneas, no son sino la

salida al exterior de aguas «alumbradas»

por la mano del hombre. Los manantiales,

como puntos de abastecimiento tradicio-

nal, frecuentemente no se adecuan a los re-

querimientos de la demanda, al tiempo

que sus aguas se ven fácilmente expuestas

a la contaminación superficial. Por estas

razones, el hombre siempre sintió la nece-

sidad de realizar actuaciones que permi-

tieran, por una parte, mejorar el manejo

del agua, en lo referente a atender la de-

manda en tiempo y caudal, y por otra

parte proteger su calidad frente a vertidos

antrópicos.

En este sentido, el hombre viene reali-

zando, desde la más remota antigüedad,

obras de captación de manantiales de muy

diversa tipología, algunas fruto de una larga

tradición y otras derivadas de la aplicación

de nuevas técnicas. Las actuaciones a las

que nos vamos a referir son, exclusivamente,

aquellas en las que el agua «alumbrada»

mana por gravedad, excluyendo, por tanto,

las más frecuentes de pozos y sondeos, que

requieren de dispositivos de elevación, nor-

malmente mediante bombeo.

Estas intervenciones pueden ir desde

las más simples, en las que la actuación es

42

AGUAS SUBTERRÁNEAS Y MANANTIALES



Arriba, humilde obra de captación en la fuente del

Lechal, Nívar (Granada). 

[A. CASTILLO]

Alumbramiento de un manantial en el cuadro de Lucas

Valdés San Francisco de Paula en el milagro de la fuente,

hacia 1710. 

[MUSEO DE BELLAS ARTES DE SEVILLA]

«Alumbramiento» de manantiales



mínima, y apenas pretenden mejorar y fa-

cilitar la recogida del agua en su punto de

surgencia natural, hasta aquellas consis-

tentes en obras de ingeniería con técnicas

avanzadas, como los drenes y sondeos sub-

horizontales, entre otras.

LAS FUENTES

Entre las formas más simples de capta-

ción de manantiales están tantas y tantas

«fuentes» que dan color a la geografía an-

daluza, algunas adecuadas con algo tan hu-

milde como una vieja teja, que recoge y

conduce la salida del agua; pero también

están tantos pilares, lavaderos y abrevade-

ros, de muy diferente tipo, porte y pres-

tancia, que adornan los pueblos y campos

de Andalucía.

Se trata de obras muy sencillas, cuya fi-

nalidad es facilitar el uso cotidiano del

agua. El agua recogida en el caño va a pa-

rar a piletas o pilares, de muy distintos ta-

maños y formas, frecuentemente talladas

en la propia roca, y utilizadas para saciar la

sed del ganado, pero también para que el

caminante pueda refrescarse, o para lavar la

ropa. El agua surgente del manantial llega

a estas instalaciones en flujo continuo, a

través de una conducción más o menos

larga. Agua que así se renueva, mante-

niendo constante el nivel del pilón.

Muchas de estas captaciones son cons-

trucciones muy antiguas, y la tradición o

los estudios arqueológicos las pueden si-

tuar en época romana, o visigoda, o árabe

o del medioevo. A veces han llegado hasta

nuestros días sin apenas mudanza, otras

con el paso del tiempo se han visto refor-

madas, no siempre para bien.

LAS MINAS DE AGUA

En la toponimia del agua en Andalucía,

son muy frecuentes las «minas», de las que el

agua surge por gravedad. En muchas ocasio-

«ALUMBRAMIENTO» DE MANANTIALES

43

Arriba a la izquierda, fuente, abrevadero y lavadero de



Sorbas (Almería), en una imagen de la colección Portfolio

fotográfico de España, principios del siglo 

XX

.



[CONSEJERÍA DE MEDIO AMBIENTE, JUNTA DE ANDALUCÍA]

Sobre estas líneas, excavando una mina de agua en

Almería y, abajo, acción de una sociedad para el

alumbramiento de aguas en Cuevas de Almanzora

(Almería), emitida en 1884. 

[COLECCIÓN E. FERNÁNDEZ-BOLEA]



nes el agua brota en el terreno sin aparentar

que, detrás de esa surgencia «natural», existe

una mina o galería, excavada en tiempos re-

motos, algunas de ellas de dimensiones y

longitudes extraordinarias. La mayor parte

corresponden a galerías excavadas a pico y

pala, con ligerísima pendiente ascendente.

La determinación de picar la tierra solía plan-

tearse al agotarse el manantial original, ge-

neralmente después de una gran seca; natu-

ralmente, la intención de la obra era la de

recuperar el caudal perdido. De ese modo, la

excavación se iniciaba en el punto de sur-

gencia o en su inmediata proximidad, gene-

ralmente a menor cota, buscando el preciado

líquido al hacer converger flujos de agua que

rezumaban dispersos por el entorno, o bien

para captar a los que, antes de aflorar, toma-

ban otros derroteros en el subsuelo. No obs-

tante, en otras ocasiones, la mina se iniciaba

en terreno seco –sin manantiales– en las la-

deras de una montaña, con la intención de

llegar a la roca portadora de agua. Muy fre-

cuentes, también, eran las minas realizadas en

los abanicos aluviales o en los propios cauces

de ramblas y arroyos, materiales en general

poco consolidados, buscando alcanzar el ni-

vel del agua, para darle salida donde pudiera

aprovecharse mejor.

El agua, que surgía por gravedad por la

embocadura de la mina, daba lugar a un

oasis o a un humedal, permitiendo el asen-

tamiento de población, el riego y la ganade-

ría. Sin duda pueden considerarse entre los

trabajos de ingeniería más antiguos rea -

lizados por el hombre.

Este tipo de captación, de origen persa,

con técnicas de construcción bien desarro-

lladas, a pesar de su antigüedad, se extendió

a través de la ruta de la seda desde Irán (qa-



nat kanat) hacia oriente: Afganistán y Pa-

kistán (karez), India, Beluchistán (kahn),

China (kanerjing)… pero también hacia los

países limítrofes: Emiratos Árabes (falaz),

Jordania y Siria (qanat romani); y hacia occi-

dente: Chipre, Egipto, Argelia (foggara fug-



hara), Marruecos (khettara)…, llegando a

España con los romanos o los árabes (mina),

y desde aquí al Nuevo Mundo.

Estas galerías, dependiendo de la con-

sistencia del terreno excavado, podemos

encontrarlas sin revestimiento, o protegidas

por muros y techos de mampostería o de

ladrillo. Al objeto de facilitar la extracción

de la roca excavada, sin necesidad de trans-

portarla a lo largo de todo el desarrollo del

túnel, se construían pozos al exterior

(«lumbreras»), facilitando también la ven-

tilación y el acceso para obras de repara-

ción, desatranques, etc.

44

AGUAS SUBTERRÁNEAS Y MANANTIALES



Mina de agua en un yacimiento de hierro, Alquife 

(Granada). 

[C. HERRERA]

A la derecha, mina de agua en las estribaciones de la

sierra de Castril (Granada). 

[A. CASTILLO]



Un caso especial serían las galerías de

drenaje minero, cuya misión era deprimir

el nivel del agua para poder trabajar en

seco. Muchas de esas galerías dieron lugar

a «manantiales» permanentes, que han per-

durado tras el cierre de las minas.

LOS CANALES O ZANJAS

Los canales o zanjas son obras similares

en intención a las minas, de las que se di-

ferencian por estar construidas a cielo

abierto. Hace años fueron obras muy fre-

cuentes para drenar zonas encharcadas o

húmedas, con las que se ganaba un ma-

nantial y, sobre todo, un preciado terreno

para la agricultura. En minas o canteras de

poca profundidad, se solían hacer zanjas

perimetrales para drenar los flujos superfi-

ciales y subsuperficiales que pudieran afec-

tar a las explotaciones. En rocas detríticas

o no consolidadas, tanto en suave ladera

como, sobre todo, en llano, se hacían zan-

jas o canales –«madres» en argot local–

para concentrar flujos dispersos, o para al-

canzar el nivel saturado y dirigir el agua ha-

cia el fondo de dichas zanjas.

LOS DRENES Y SONDEOS SUBHORIZONTALES

Para mejorar la captación de manan-

tiales, y especialmente para favorecer la

regulación de los caudales surgentes, se

acude modernamente a la perforación de

drenes y sondeos subhorizontales, cuya

longitud puede ir desde decenas a centenas

de metros.

La actuación es ideal cuando existe una

«suela» o sello impermeable sobre el acuí-

fero, especialmente en ladera de montaña,

que da lugar a un manantial emplazado a

cierta cota. En estas circunstancias la perfo-

ración ataca el recubrimiento impermea ble

a menor cota que el de la surgencia, sin

atravesarlo en su totalidad, perforación que

se protege con la colocación de tubería de

forro cementada; a continuación se per-

fora telescópicamente por su interior, hasta

alcanzar el acuífero, y se entuba con un sis-

tema de llave de paso, lo que permite re-

gular el caudal surgente a voluntad me-

diante la apertura y cierre de dicha llave.

En otras ocasiones, lo que interesa pre-

cisamente es el flujo natural continuo, por

gravedad, del agua, como ocurre en los

drenes de drenaje realizados para mejorar

la estabilidad, por disminución de la hu-

medad, de taludes de obras civiles, mu-

chos de los cuales han dado lugar a «fuen-

tes» donde antes no las había.

LOS SONDEOS ARTESIANOS

Por último, queda por comentar un tipo

de captación muy peculiar, los sondeos arte-

sianos, que son aquellos en los que el líquido

elemento brota libremente por la boca, al

haberse «pinchado», en sondeos general-

mente profundos, niveles de agua a presión

superior a la del terreno. Cuando esto ocu-

rre, el agua mana libremente sobre el te-

rreno, originando un «manantial», en algu-

nos casos tan caudalosos que llegan a formar

arroyos. Durante la primera mitad del siglo

pasado hubo empresas especializadas en este

tipo de sondeos, que tuvieron mucho predi-

camento porque solventaban así el problema

–y el costo– de la extracción de las aguas por

bombeo. No obstante, esos flujos solían ir

perdiendo poco a poco caudal, hasta dejar de

ser surgentes al cabo del tiempo. 

«ALUMBRAMIENTO» DE MANANTIALES 

45

Canal o «madre» de agua en Alcudia de Guadix 



(Granada). 

[A. CASTILLO]

Sondeo surgente en Alhaurín de la Torre (Málaga) 

a principios del siglo 

XX



[COLECCIÓN J. BENAVENTE]



46

AGUAS SUBTERRÁNEAS Y MANANTIALES



HIDROGEOLOGÍA Y MANANTIALES DE ANDALUCÍA

47

BOSQUEJO GEOLÓGICO DE ANDALUCÍA



En Andalucía se diferencian cinco unidades geológicas de mayor orden. La situada más

al norte es el Macizo Hercínico de la Meseta Ibérica, que conforma Sierra Morena y las

sierras del norte de Córdoba, Sevilla y Huelva. Los materiales aflorantes son de edad pre-

cámbrica y paleozoica, y están constituidos, fundamentalmente, por pizarras, cuarcitas,

gnéises, areniscas, conglomerados, calizas, rocas volcánicas y granitos. Todos estos mate-

riales fueron plegados en varias fases durante el Carbonífero, y desde entonces hasta nues-

tros días han constituido relieves emergidos sometidos a meteorización y erosión, for-

mando parte de la placa ibérica en el inicio del Mesozoico. Durante gran parte del

Mesozoico y del Terciario constituyó el único elemento emergido de Andalucía.

El otro gran elemento geológico de Andalucía lo conforman las Cordilleras Béticas, que

ocupan gran parte del territorio andaluz y continúan hacia el este por las comunidades de Mur-

cia, Valencia y Baleares. Se trata de una extensa cordillera alpina, formada durante el Mioceno. 

Las Cordilleras Béticas se subdividen, a su vez, en Zonas Externas e Internas; la primera

integra a los materiales mesozoicos y terciarios –incluido el Mioceno inferior– que se de-

positaron en el margen continental del borde sur de la placa ibérica, materiales que fueron

plegados y despegados de su basamento durante el Mioceno inferior y medio. Por otro lado,

las Zonas Internas constituyen un elemento tectónico alóctono de orden mayor; se trata de

un fragmento de una subplaca que originalmente ocupaba una posición dentro del actual

Mediterráneo y que durante el Mioceno inferior se disgregó, expulsando parte de sus ma-

teriales hacia el oeste, colisionando con la placa ibérica.

Aún queda otra unidad bética, denominada intermedia por su posición entre las an-

teriores; se trata del Complejo del Campo de Gibraltar, que aflora especialmente en la pro-

vincia de Cádiz y está constituido por arcillas y areniscas turbidíticas.

La colisión de una parte de la placa mediterránea –Zonas Internas– con la placa ibé-

rica produjo la deformación y emersión parcial de la cordillera. Las áreas más deprimi-

Hidrogeología y manantiales 

de Andalucía

Antonio González Ramón

Sergio Martos Rosillo

INSTITUTO GEOLÓGICO Y MINERO DE ESPAÑA

Manantiales de los Caños de Meca (Barbate, Cádiz),

ante el océano Atlántico. 

[J. ANDRADA]


48

AGUAS SUBTERRÁNEAS Y MANANTIALES

das quedaron sumergidas y en ellas siguió la sedimentación, lo que generó el último gran

elemento geológico de Andalucía: las depresiones Neógeno-cuaternarias, entre las que des-

taca por su mayor extensión la depresión del Guadalquivir, ubicada entre el Macizo Her-

cínico y la Cordillera Bética. 

PRINCIPALES GRUPOS DE ACUÍFEROS ANDALUCES 

La diferenciación en unidades geológicas expuesta en el epígrafe anterior puede ser

utilizada para la caracterización de los diferentes grupos de acuíferos que aparecen en An-

dalucía, cuyos drenajes son los responsables de la inmensa mayoría de los manantiales de

que trata este libro. Las diferentes características geológicas de cada uno de estos acuífe-

ros dan lugar a distintas tipologías de manantiales.

Los acuíferos hercínicos son generalmente de naturaleza carbonática y de pequeña ex-

tensión, si bien algunos se sitúan en áreas de elevada pluviometría, por lo que presentan

manantiales asociados relativamente caudalosos.

Las Zonas Externas de la Cordillera Bética se subdividen, a su vez, en los dominios Pre-

bético y Subbético. En ambos, los acuíferos carbonáticos son mayoritarios; en el Prebé-

tico presentan gran importancia los carbonatos cretácicos, que ocupan importantes ex-

Complejo del Campo de Gibraltar

Zonas Externas

Macizo Hercínico de la Meseta

Zonas Internas

Depresiones Neógenas y Cuaternario

MAPA GEOLÓGICO DE ANDALUCÍA. [IGME]



HIDROGEOLOGÍA Y MANANTIALES DE ANDALUCÍA

49

tensiones en la sierra de Segura, y son el origen de los ríos Guadalquivir y Segura. Los acuí-



 feros subbéticos, de naturaleza también carbonatada, son básicamente jurásicos; suelen

presentar gran atomización y una vasta distribución espacial, lo que los hace ideales para


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