Agencia Andaluza del Agua consejería de medio ambiente


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Prólogo

Rafael Fernández Rubio

AGUAS SUBTERRÁNEAS Y MANANTIALES

16

Acuíferos y aguas subterráneas



18

José Benavente Herrera

Los manantiales 

28

Ignacio Morell Evangelista



Cristalizaciones y depósitos de manantiales

36

Juan Carlos Baquero Úbeda



«Alumbramiento» de manantiales

38

Rafael Fernández Rubio



Hidrogeología y manantiales de Andalucía

42

Antonio González Ramón y Sergio Martos Rosillo



Pioneros del inventario y control de manantiales en Andalucía 

54

Antonio Castillo Martín y Gabriel Perandrés Estarli



Surgencias submarinas en el litoral mediterráneo andaluz 

56

Juan Manuel Calvo Álvarez



MANANTIALES, HISTORIA, CULTURA Y ETNOGRAFÍA

58

Agua y poblamiento prehistórico en Andalucía



60

José Ramos Muñoz

Agua y manantiales en las ciudades de la Bética romana

68

Darío Bernal Casasola



Castillos, torres y manantiales en Andalucía

72

Fernando Olmedo Granados y José M.ª Fernández-Palacios Carmona



Patrimonio cultural asociado a manantiales y fuentes: 

el caso de la sierra de Aracena y Picos de Aroche (Huelva)

74

Antonio Fajardo de la Fuente y Amalia Tarín Alcalá-Zamora



Agua, cultura, patrimonio e identidad en Pegalajar (Jaén)

86

Javier Escalera Reyes y Diego Polo Aranda 



Epigrafía antigua en manantiales de la provincia de Málaga

88

Francisco Miguel Catalán Monzón



SUMARIO

Molinos subterráneos movidos por aguas de mina (Alcalá de Guadaíra, Sevilla)

90

Manuel Fernández Chaves



Aquellas aguas vivas. Rituales, costumbres y fiestas en torno 

a las fuentes en Andalucía

92

Pedro A. Cantero Martín



Las señoras del agua. Vírgenes de manantiales y fuentes de Andalucía

100


Pedro A. Cantero Martín

Los manantiales en la Biblia

112

Manuel García Hernández



Manantiales y fuentes en la poesía de Antonio Machado

114


Luis Linares Girela

Toponimia andaluza relacionada con los manantiales y fuentes

126

Fernando Olmedo Granados



MANANTIALES, MEDIO AMBIENTE Y AGRICULTURA

132


Flora y fauna de manantiales de Andalucía

134


Pablo García Murillo y Ricardo Reques Rodríguez

Caños del Loro, ojos y nocles. Tres casos de descargas concentradas 

del acuífero de Doñana (Huelva)

146


José M.ª Fernández-Palacios Carmona

El paisaje de los manantiales

150

Carlos Herrera Morcillo



Lagunas y humedales andaluces relacionados con surgencias

152


Luis Linares Girela

Fernando González Bernáldez y la cara oculta de los paisajes del agua  

168

Carlos Montes del Olmo



Manantiales y agricultura en Andalucía

172


José Ramón Guzmán Álvarez y Juan Manuel Guzmán García

Manantiales y vías pecuarias

186

Luis Sánchez Díaz



Manantiales: el difícil equilibrio entre la explotación y la conservación

188


José Manuel Murillo Díaz

Valoración y defensa de los manantiales desde la perspectiva 

de la «Nueva Cultura del Agua»

194


Leandro del Moral Ituarte

Causas de la desaparición de manantiales: el silencio de la ausencia

198

Antonio Castillo Martín



KARST Y MANANTIALES

200


El karst y la karstificación  

202


Antonio Pulido Bosch

Manantiales y travertinos en Andalucía

210

Bartolomé Andreo Navarro y Juan José Durán Valsero 



Sierras y manantiales kársticos de Andalucía 

214


José Benavente Herrera y Francisco Carrasco Cantos

Las sierras de Cazorla y Segura (Jaén), cuna de ríos emblemáticos

232

Francisco Moral Martos y J. Javier Cruz Sanjulián



Manantiales de la serranía de Ronda (Málaga y Cádiz)

238


Cristina Liñán Baena y Pablo Jiménez Gavilán

Los paisajes subterráneos del agua en Andalucía

244

José M.ª Calaforra Chordi



Pioneros del complejo subterráneo Hundidero-Gato (Málaga)

252


Luis de Mora-Figueroa

Manantiales de trop plein: el fenómeno del «reventón»

256

Antonio Castillo Martín



MANANTIALES, AGUAS MINERO-MEDICINALES Y TERMALES

258


Las aguas minerales naturales y minero-medicinales

260


Juana Baeza Rodríguez-Caro, María del Mar Corral Lledó, Juan Antonio López Geta 

y Juan Ignacio Pinuaga Espejel

Las fuentes del Cuervo y el desierto carmelitano del río Celemín (Cádiz)

270


Rosario Fresnadillo García

Aguas de manantial envasadas en Andalucía

274

Juan Antonio López Geta y Luis Sánchez Díaz



Aspectos sanitarios del consumo de aguas de manantiales y fuentes

276


Isabel Marín Rodríguez y José M.ª Ordóñez Iriarte

Una estampa costumbrista: los aguadores

284

Enrique Fernández Bolea



Manantiales termales de Andalucía

288


J. Javier Cruz Sanjulián

Terremotos y manantiales termales

300

Juan José Durán Valsero y Bartolomé Andreo Navarro



Acerca de la historia de los balnearios de Andalucía

304


Juana Baeza Rodríguez-Caro, Juan Antonio López Geta y María del Mar Corral Lledó

Manantiales-balnearios de Andalucía

316

José M.ª Medialdea Torre-Marín



MANANTIALES Y ABASTECIMIENTO: LAS FUENTES

326


Obras de ingeniería en la conducción de manantiales: 

El Tempul y el acueducto de Gades (Cádiz)

328

Francisco Javier Guzmán  Armario



El abastecimiento de Sevilla a partir de aguas de mina 

y de manantial a finales del siglo 

XIX

334


Joaquín Rodríguez Garay y Manuel Fernández Chaves

El abastecimiento de Jaén a partir de manantiales en época romana y medieval

338

Vicente Salvatierra Cuenca



Fuentes de Andalucía

342


Ricardo Córdoba de la Llave 

La fuente del Rey de Priego de Córdoba, Bien de Interés Cultural

360

Manuel Peláez del Rosal



Macharaviaya (Málaga): un ejemplo de fuentes urbanas de la Ilustración

362


Juan José Durán Valsero

La fuente de los Doce Caños de Fuenteheridos (Huelva)

364

Sergio Martos Rosillo



Recuerdos de la tarea de ir a la fuente y al lavadero

366


Josefa Moya Martínez

EPÍLOGO


370

El inventario de manantiales y fuentes de Andalucía: 

una prioridad para avanzar hacia una estrategia de conservación

372


Hermelindo Castro Nogueira

Reflexiones sobre la gestión de las aguas subterráneas: 

¿hacia una tierra deshidratada? 

380


Antonio Castillo Martín

BIBLIOGRAFÍA

396


AGUAS SUBTERRÁNEAS 

y manantiales



22

AGUAS SUBTERRÁNEAS Y MANANTIALES



ACUÍFEROS Y AGUAS SUBTERRÁNEAS

23

El concepto de agua subterránea es bastante intuitivo; su propio nombre lo sugiere: es la



que está por debajo de la superficie del terreno; con ello se designa al agua que surge en los

manantiales. También se denomina así al agua que se extrae del terreno mediante el concurso

de diferentes tipos de captaciones (galerías, pozos, sondeos…). A esta última actividad se le

designa mediante una bella expresión, lamentablemente en desuso: «alumbrar agua». 

La ciencia que estudia las aguas subterráneas es la Hidrogeología; los hidrogeólogos

se refieren a ellas como las aguas que ocupan los acuíferos, y hacen de estos entes –y de

sus manifestaciones externas, como los manantiales o las captaciones– el objeto primor-

dial de sus estudios. Entre otros aspectos, los hidrogeólogos se ocupan de explicar el por-

qué de la aparición de los manantiales en tal o cual enclave, al tiempo que conocen los cri-

terios a seguir para localizar la ubicación de captaciones en los puntos más favorables.

Un acuífero es una formación geológica que tiene la capacidad de almacenar y trans-

mitir agua en su interior; de hecho, la palabra acuífero deriva de la expresión latina «lle-

var agua». Esta definición pone de manifiesto, de entrada, el carácter natural de los acuí-

feros, es decir, la ausencia de intervención humana en su formación. Como formaciones

geológicas que son, la naturaleza ha generado una notable variedad de acuíferos. Los hay,

por ejemplo, en materiales rocosos de elevada dureza, que se manifiestan en el paisaje como

macizos montañosos. En otros casos, los acuíferos se desarrollan en materiales fácilmente

disgregables y configuran paisajes de relieve suave o prácticamente llanos. 

PROPIEDADES HIDROGEOLÓGICAS DE LOS MATERIALES

A cualquier geólogo le resultará difícil establecer un vínculo que relacione materiales

litológica y genéticamente tan dispares como pueden ser una colada basáltica, un macizo

calcáreo karstificado, un cordón de dunas costeras, unas areniscas fracturadas o un relleno

aluvial. Pues bien, todos ellos coinciden en ser acuíferos, al presentar las dos propiedades

básicas apuntadas en su definición: el almacenamiento y la transmisión de agua.

Acuíferos y aguas subterráneas

En la doble página anterior, paraje en el curso alto del

río Guadalentín (Jaén). 

[A. IRUELA]

Cascadas cerca del nacimiento del río Castril (Granada).

[A. IRUELA]

José Benavente Herrera

UNIVERSIDAD DE GRANADA



24

AGUAS SUBTERRÁNEAS Y MANANTIALES

La propiedad de almacenar agua viene determinada por la existencia de discontinuidades

dentro de las formaciones geológicas. Ejemplos de estas discontinuidades, refiriéndonos a

los casos antes expuestos, son las vacuolas dentro del basalto, los conductos de disolución

(karstificación) dentro del macizo calcáreo, los poros que deja el entramado de granos de

arena de las dunas o de los aluviones y las fracturas más o menos desarrolladas en el inte-

rior de las areniscas. Estos huecos, cuando están interconectados, que es lo más frecuente,

permiten almacenar agua y facilitan su flujo, tanto más cuanto mayor es su tamaño y su grado

de interconexión. Así, aunque la circunstancia general es que los huecos por los que fluye

el agua sean microscópicos, puede darse también circulación a favor de discontinuidades

con apertura visible, a veces referidas como «veneros». En terrenos calcáreos, como cono-

cen bien los que practican la espeleología, algunas de estas discontinuidades pueden ser in-

cluso transitables, mediante pequeñas embarcaciones o buceando, lo cual ha dado lugar a

la concepción de los acuíferos como generadores de «ríos subterráneos», lo cual, según se

ha dicho, debe considerarse más bien como una excepción.

Por el contrario, existen materiales geológicos que ni almacenan ni transmiten agua

de manera significativa. Un ejemplo puede ser un granito sano, es decir, sin alterar ni frac-

turar, o cualquier otra roca compacta en esas condiciones. Las formaciones arcillosas, re-

lativamente abundantes en la naturaleza, constituyen un caso particular en lo que respecta

a sus propiedades hidrogeológicas, pues almacenan agua, pero ésta no es capaz de fluir.

Idealización de las zonas no saturada y saturada en un

acuífero kárstico, a la izquierda, y en otro detrítico, 

a la derecha. 

[A PARTIR DE IGME]


ACUÍFEROS Y AGUAS SUBTERRÁNEAS

25

Ello se debe al tamaño extremadamente pequeño de las partículas de arcilla y de los po-



ros que determinan.

Rocas compactas sanas y formaciones arcillosas son ejemplos de materiales geológi-

cos por los que el agua subterránea no puede fluir. Un hidrogeólogo los denominará ma-

teriales impermeables. La permeabilidad es, pues, la propiedad que refleja la facilidad con

la que el agua fluye a través de los materiales. 

Para que un acuífero actúe como un almacén efectivo de agua subterránea es nece-

sario que en su base disponga de un nivel impermeable, cuyo efecto es evitar que el agua

fluya verticalmente por efecto de la gravedad. Se genera así un «embalse subterráneo», en

cuyo seno el flujo es predominantemente horizontal.

Cuando los acuíferos se encuentran intercalados –«confinados»– entre dos capas im-

permeables, resultan asimilables a conductos sometidos a una cierta presión. Ocurre entonces

en los sondeos que los captan el fenómeno llamado artesianismo, que es el ascenso del agua

por encima del límite superior del acuífero, pudiendo llegar incluso a ser surgentes. 

Sierra caliza con borde y substrato arccilloso

(impermeable), en cuyo interior existe un embalse

subterráneo, Serrezuela de Bedmar (Jaén). 

[A. CASTILLO]


26

AGUAS SUBTERRÁNEAS Y MANANTIALES

AGUAS SUPERFICIALES Y SUBTERRÁNEAS

La distribución en una determinada extensión de terreno de afloramientos de mate-

riales permeables –acuíferos– e impermeables es la base para explicar una serie de cir-

cunstancias hidrológicas fácilmente perceptibles, como pueden ser la importancia rela-

tiva de las aguas superficiales respecto a las subterráneas, la abundancia de captaciones,

la presencia o ausencia de manantiales y la localización y características de éstos.

Debe recordarse que el origen de la inmensa mayoría de las aguas continentales es la

precipitación (lluvia o nieve). Cuando el agua de precipitación alcanza la superficie del

terreno hay una fracción que vuelve a la atmósfera en estado gaseoso por efecto de la eva-

poración y la transpiración. El agua restante (también llamada precipitación efectiva)

puede seguir dos caminos diferentes: fluir superficialmente o infiltrarse a cierta profun-

didad dentro del terreno. El que siga un camino u otro vendrá determinado principal-

mente por la naturaleza hidrogeológica de los materiales. 

De acuerdo con lo anterior, en terrenos con predominio de materiales impermeables,

la fracción mayoritaria de la precipitación efectiva corresponde al flujo superficial. Como

es bien conocido, estas aguas siguen los desniveles topográficos, primero de manera di-

fusa y luego canalizada en cauces cada vez de mayor entidad, hasta llegar a lagos o lagu-

nas –caso de cuencas cerradas– o, en el caso general, al mar. Por el contrario, en materiales

de elevada permeabilidad, una fracción mayoritaria de la precipitación efectiva se infil-

tra, por lo que no generará apenas cursos de drenaje superficial. 

Determinar la dirección y el sentido del flujo subterráneo es una tarea mucho más

compleja que en el caso de las aguas superficiales, donde básicamente sólo se requiere dis-

poner de un mapa topográfico. En los acuíferos se necesitan los datos ofrecidos por los

piezómetros, que son unas perforaciones específicamente adaptadas para medir la pro-

fundidad del nivel del agua subterránea. Con esa información es posible levantar mapas

de la superficie piezométrica, a partir de los cuales se puede saber la dirección del flujo y

conocer las zonas más o menos permeables dentro de un mismo acuífero.

El destino del agua que se infiltra y luego circula subterráneamente es variado. Ge-

neralmente, el flujo subterráneo vuelve a salir a la superficie, ya sea por medio de capta-

ciones o de manera natural (manantiales). En este segundo caso, es lógico suponer que

el caudal que ha fluido subterráneamente se incorporará a la red de drenaje superficial y

constituirá una fracción más o menos importante del agua que circula por los ríos. Tan

sólo cabe mencionar una excepción significativa a este proceso general: los acuíferos cos-

teros; en ellos, el flujo subterráneo se dirige hacia el mar, generalmente de manera sub-

terránea, difusa e imperceptible.

En los párrafos anteriores se ha deslizado el importante concepto de unicidad de las

aguas dentro del ciclo hidrológico. Ya se ha dicho que las aguas subterráneas retornan

usualmente a la superficie y forman una parte significativa del caudal de los ríos. Tam-

bién los caudales fluviales pueden infiltrarse y recargar a los acuíferos. Así pues, las aguas

El «milagro» del alumbramiento de aguas subterráneas

en el desierto de Tabernas (Almería), en 1967. 

[IGME]


ACUÍFEROS Y AGUAS SUBTERRÁNEAS

27

superficiales y subterráneas son un mismo recurso que utiliza diferentes caminos en su



ciclo desde la atmósfera hasta el océano. 

Existe, sin embargo, una diferencia muy importante según el camino que se considere,

y es la velocidad a la que el agua fluye, mucho menor en el caso de las aguas subterráneas.

Si se considera como «edad» de una gota de agua el tiempo transcurrido desde que alcanzó

el terreno en forma de precipitación, se puede comprender que para las gotas que única-

mente han circulado en superficie su edad suele ser de pocos días. Por el contrario, si la gota

ha recargado un acuífero y luego ha circulado en su seno para salir por un manantial o una

captación, no es raro que su edad sea de decenas de años, y a veces mucho más. 

Lo anterior explica por qué tras varios meses sin precipitaciones en un área los ríos

mantienen caudal circulante –excluyendo, lógicamente, el efecto de actividades humanas

como trasvases o desembalses en las cuencas–, pues ese caudal procede de surgencias de

acuíferos. Esta circunstancia es trascendental en periodos de sequía.

A tenor de lo que se acaba de explicar, puede comprenderse que en determinados te-

rritorios de Andalucía que ocupan grandes extensiones, como, por ejemplo, en la campiña

Morfologías de infiltración en materiales permeables y

de escorrentía en materiales impermeables: 

calizas de Sierra Gorda, a la derecha, y arcillas 

de la depresión de Guadix, ambas en la 

provincia de Granada. 

[P. CAMPOS, J. SANZ DE GALDEANO]



28

AGUAS SUBTERRÁNEAS Y MANANTIALES

del Guadalquivir o en Sierra Morena, sea difícil identificar manantiales caudalosos o cap-

taciones de cierta entidad, debido al predominio de afloramientos de carácter imperme-

able: formaciones arcillosas, en el primer caso, y de pizarras y rocas graníticas en el segundo.

Sin embargo, la densidad de diferentes manifestaciones de aguas superficiales (ríos, arro-

yos, lagunas y embalses) será relativamente alta en tales terrenos. Por el contrario, un re-

corrido por la comarca del Poniente almeriense pondrá de manifiesto un número muy ele-

vado de sondeos de captación, testimonio de que bajo el terreno existen extensos acuíferos

que son objeto de explotación. Del mismo modo, unos itinerarios a lo largo de buena parte

de la serranía de Ronda o de los parques naturales de las sierras de Cazorla, Segura y Las

Villas o de las Sierras Subbéticas, por citar sólo unos ejemplos, permitirán apreciar paisa-

jes sin apenas drenaje superficial, caracterizados por formas del modelado (dolinas, simas,

sumideros) que son testimonio de la rápida y eficaz incorporación subterránea del agua

de precipitación. Al descender a los bordes de tales macizos montañosos será frecuente

constatar la aparición de las aguas subterráneas en puntos muy localizados en forma de ma-

nantiales relativamente caudalosos.

EMBALSES SUBTERRÁNEOS

La precipitación constituye la recarga más general de los acuíferos, pero otros proce-

sos también pueden contribuir. Ya se ha mencionado que, en ciertos casos, los ríos ali-

mentan a los acuíferos. Determinadas actividades humanas son, asimismo, causas de re-

carga: el retorno del agua de riego en zonas agrícolas o las fugas a partir de las redes de

saneamiento en zonas urbanas. También puede existir transferencia de caudales de forma

subterránea, cuando dos acuíferos están en contacto. Todo el flujo subterráneo circulante

constituye lo que se denomina «recursos» del acuífero.

Un acuífero puede concebirse, según se ha apuntado anteriormente, como un «em-

balse subterráneo» asociado al cual existe un cierto flujo (los recursos) y un almacena-

miento (las reservas). Los acuíferos tienen asociado un volumen de agua almacenada que

constituye sus «reservas». Este concepto es similar al del almacenamiento en embalses o

en lagos, sólo que en los acuíferos el nivel de agua que informa sobre el estado de las re-

servas no se puede visualizar de forma directa. El nivel de agua en los acuíferos, según se

ha dicho anteriormente, debe medirse en los piezómetros. 

Los manantiales representarían los aliviaderos de dicho embalse, mientras que los pie-

zómetros indicarían el estado de las reservas. Como respuesta a periodos de recarga abun-

dante, las reservas aumentan y los manantiales descargan caudales más elevados. Esta res-

puesta, dadas las características de los acuíferos, suele mostrar un cierto desfase temporal

respecto de las precipitaciones, lo que de nuevo establece una diferencia con el compor-

tamiento de las masas de agua superficial. De hecho, algunos manantiales pueden pre-

sentar sus caudales más altos en primavera o verano. En periodos de sequía, las reservas

de los acuíferos suponen una garantía de disponibilidad de agua como complemento a

ESQUEMA IDEALIZADO DE UN EMBALSE SUBTERRÁNEO 

KÁRSTICO (A) Y DE OTRO DETRÍTICO (B), CON SUS 

RESPECTIVOS ALIVIADEROS (MANANTIALES).

[L. SÁNCHEZ]

Roca permeable

Roca permeable saturada en agua

Roca impermeable

Manantial

A

B


ACUÍFEROS Y AGUAS SUBTERRÁNEAS

29

Embalse subterráneo de naturaleza kárstica en la Gruta



de las Maravillas, Aracena (Huelva). 

[AYUNTAMIENTO DE ARACENA, F.J. HOYOS Y R. MANZANO]



30

AGUAS SUBTERRÁNEAS Y MANANTIALES

los embalses de superficie, cuyo almacenamiento suele verse más afectado en esas cir-


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