Los pueblos se mueren amancio Arancón Viguera. Fotografía: Angel Arancón Viguera
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salida a otros pueblos en busca de bebida, las llevó con resignación, con entereza, con dignidad y sin perder en ningún momento la fe en Dios y sobre todo en la Virgen María, a la que tenía gran devoción. No obstante, el transcurso de los años en esta situación fue minando su moral, que no su salud física y se sentía incapaz de continuar así, por lo que pensó en recogerse en alguna residencia. Así el 5 de octubre de 1983 escribe: “Que Dios y la 10
Virgen Santísima me liberen de este purgatorio en que padezco por mis culpas. La residencia es mi liberación”. Mi padre y yo hicimos gestiones ante la Diputación y fue admitido en la Residencia Sor María de Jesús de Agreda, en la que ingresó a los pocos días, después de 15 años de soledad. En esta residencia pasó los últimos días de su vida y murió dulcemente en su cama, pues una mañana las monjas que rigen la residencia se lo encontraron muerto, sin ningún signo de sufrimiento. Siguiendo sus deseos, que nos había manifestado en diversas ocasiones, lo llevamos a enterrar a la Estepa y en ese cementerio descansa al lado de sus padres, a los que siempre quiso y respetó, a pesar de su azarosa vida. Por último voy a citar a mis tíos Saturio y Engracia, ella hermana de mi padre. Un matrimonio honrado, sencillo y trabajador, buenas personas a más no poder, que dedicaron toda su vida a criar y sacar adelante a sus cuatro hijos. Él murió en la Estepa el 6 de julio de 2002 y ella en el Hospital de Soria el 28 de diciembre del mismo año. Ambos fueron enterrados en este cementerio. Igual que cerraron el pueblo, creo que han clausurado el cementerio. No quiero extenderme más en la descripción de mis tíos, pues queda mucho mejor la que hacen sus hijos en un poema que les dedicaron con motivo de la celebración de sus bodas de oro, que es como sigue: Mayo del cuarenta y ocho y en la Estepa de San Juan, desposándose en su Iglesia Saturio y Engracia están. son los años de posguerra... ¡Cada día hay que luchar para vivir de la tierra! Los hijos llegando van y la vida se endurece, ¡Pero hay tanta ilusión que todo florece y crece! Años, años y más años vacas y ovejas cuidando soledad y sinsabores con entereza aguantando. Los hijos creciendo están ¡Supisteis decir a dios y en silencio quedar! Entrega y abnegación del alba al anochecer, completa dedicación hasta más ya no poder... Cincuenta años pasado han, que hoy queremos recordar... Los hijos que entorno están Lo queremos celebrar. 11
Este pequeño poema nuestro amor quiere expresar, por tanto desvelo vuestro siempre sin nada esperar. Otro edificio digno de mención es la antigua escuela, que fue construida en 1924. Un edificio de una sola planta, rectangular, con la entrada por el lateral posterior izquierdo, que daba a un pequeño vestíbulo, donde había unos armarios para guardar los libros y el escaso material escolar de que se disponía. En este vestíbulo había una puerta de acceso al aula propiamente dicha, en la que se abrían tres amplios ventanales orientados al sur, por los que entraba suficiente luz para el desarrollo de las clases. En aquellos tiempos no había llegado la luz eléctrica al pueblo. A cada lado de la puerta había una acacia, que fueron plantadas por los niños de la escuela en una simpática “fiesta del árbol”. Estas acacias fueron creciendo y se hicieron frondosas gracias al cuidado y riego de los chicos, hasta que en el año 1959 fueron mandados talar por una maestra, al parecer, poco amiga de la naturaleza. Esta escuela estuvo funcionando hasta el curso escolar 1969-70, en que fue clausurada por falta de alumnado, ya que se había iniciado la gran despoblación del campo. Hoy día, este edificio ha sido convertido en un centro social y bar al mismo tiempo. La pena es que no queda nadie en el pueblo que lo pueda disfrutar. Aquí si que se cumple aquello de que “después del burro muerto la cebada al rabo” El Ayuntamiento o “Casa concejo”, es un edificio grande, de dos plantas, situado en la plaza. Actualmente la planta baja está hueca, destinada a reuniones o bailes. En la primera está la Secretaría y un despacho grande como para celebraciones o actos públicos. Está bien conservado, pues ha sido reparado en varias ocasiones. Hasta el año 1924 servía de escuela y tenía otros usos propios de aquella época, como cuadra para el toro del pueblo, pajar para el mismo, etc. La pared que mira el este servía de frontón o juego de pelota, cuando el tiempo lo permitía, pues el piso es de tierra apisonada y se estropeaba mucho con las lluvias y nevadas. En el lado derecho del juego de pelota se encontraba el horno vecinal o municipal, donde cocían el pan los vecinos que no tenían horno en su propia casa. Hoy se encuentra medio derruido. 12
En la plaza se encuentra un edificio, que ha sido reparado últimamente, donde estaba la fragua, donde el herrero desempeñaba su oficio, tan imprescindible en la vida rural. Allí se herraban las caballerías, se afilaban las rejas de los arados y cuantas herramientas lo necesitaban para el buen uso de las mismas. La Estepa se halla enclavada en las estribaciones de la Cordillera Ibérica, en la ladera sur del puerto de Oncala, a 25 Kms. De Soria y a 1.260 metros de altitud. Su término tiene una superficie de 10,5 kilómetros cuadrados. Su existencia se remonta al siglo XIII, pues aparece citado en el censo de población de 1.270, como perteneciente a la colación de Santa Cruz, aquella que tenía unos privilegios especiales por haber guardado de niño al Rey Alfonso VIII. Posteriormente pasó a depender de la Tierra de Soria como miembro del Sexmo de San Juan, por lo que es posible que el apellido “de San Juan” le venga de ahí. Igualmente figura en el mapa de Soria y las aldeas de su término de 1.270, lo que dio lugar a que forme parte de la Mancomunidad de los 150 Pueblos de la Tierra de Soria. En el censo del Marqués de la Ensenada llevado a cabo en 1753, figuran los datos siguientes: La población asciende a dieciseis vecinos y medio, incluidas tres viudas. Tiene 22 casas habitables. La producción del término es trigo, cebada, avena, cáñamo y hierba de siega. Una yugada de tierra de sembradura produce un año con otro nueve medias de trigo, catorce de cebada o dos arrobas y media de cáñamo. La cabaña ganadera consta de 147 reses lanares churras, 55 vacunas, 21 caballares, 2 asnales, 20 cabrías y 11 de cerda. Ha sido siempre un pueblo de poca población. En el gráfico de población publicado por la Mancomunidad de los 150 Pueblos de la Tierra de Soria, en el libro titulado “Ante el sistema fiscal de Felipe II”, figura en 1590 con cerca de 100 habitantes, sigue una curva ascendente hasta 1860, en que tendría unos 130 habitantes y va descendiendo paulatinamente hasta 1950, que aparece, en los censos oficiales con 117 habitantes (49 hombres y 68 mujeres). A partir de entonces se produjo la gran emigración del campo a las ciudades y zonas industriales, hasta que en noviembre de 2002, como ya se ha indicado, quedó despoblado. Pertenece a la Concordia de la Virgen del Almuerzo y los vecinos acudían a la romería con pendones y estandartes. Antes se iba en caballería y andando y cada pueblo se alojaba en una casa de Narros. Se entiende por alojar meter las caballerías a la cuadra y en el pajar o sitio apropiado las alforjas y meriendas que llevasen. 13
Tiene un monte, que se llama “La Dehesa”, con una superficie de 176 Has., con robles, encinas y acebos y un pasto muy bueno. Por su término discurren dos arroyos, denominados La Vega y Sotillo. Las fiestas se celebraban los días 15 y 16 de septiembre, una vez barridas las eras, hasta que cuando llegó la gran emigración se trasladaron a los días 15 y 16 de agosto, al objeto de que pudieran asistir los hijos del pueblo que vivían fuera, que eran la mayoría. También celebraban fiesta el día 3 de mayo, La Cruz de Mayo. Después de la misa se bendecían los campos y todo el pueblo iba a cerrar la Dehesa, o sea levantar los portillos que se habían hecho durante el año, para que las reses no se salieran. Por la tarde, después de merendar y ya en el pueblo, tenían la costumbre de mantear a los forasteros. Si no había ninguno manteaban al primer perro que cogían. Parece ser que en la segunda mitad del siglo XVIII, tuvo un gran auge o resurgimiento, pues todas las casas que han durado hasta nuestros días, fueron construidas por esas fechas, de 1750 a 1775, ignorándose qué fue de las anteriores. Existe la creencia de que, en épocas anteriores, el pueblo estuvo situado en otro lugar. Se cita como probable un paraje llamado el Robledo, al este del pueblo actual, al otro lado del arroyo de La Vega, donde quedan unas ruinas posiblemente de una iglesia, rodeado de una cerca de piedra, que le llaman El Santo. Hay que apuntar como mera hipótesis, que el pueblo estuvo situado hasta esas fechas en El Robledo y en ese tiempo se trasladó a su situación actual, lo que justificaría, en parte, la construcción de todas los edificios en ese periodo del siglo XVIII. (es una mera idea, pues no hay ningún documento que lo acredite). Todas las construcciones dedicadas a vivienda tienen la misma estructura, pero con grandes diferencias en cuanto al tamaño y calidad, sin duda, según las posibilidades económicas de cada uno, pero todas orientadas al sur. La casa de mis abuelos maternos fue construida en 1775. Tiene dos entradas que dan al corral. Una al este y otra al oeste. La del este, que es la principal, tiene una dintel de piedra de sillería que sujeta el tejadillo, en el que se halla gravada la frase: “Ave María Purísima”. Ya en el corral y mirando a la fachada principal podemos observar un escudo nobiliario, que voy a tratar de describir: Está encabezado por un yelmo adornado con unas plumas y unos laterales de los que salen unas trompetas. El escudo propiamente dicho es de un solo cuartel, con cuatro aspas en las esquinas y en el centro un águila y debajo de la cola cuatro barras horizontales. A la altura de la cola del águila está la leyenda “Armas de los Alvarez”. 14
En el dintel del balcón figura “año de 1775”, sin duda el año de su construcción y en el de la puerta de entrada al edificio principal: Don Manuel del Río, sin duda el constructor y primer propietario de la casa. Al parecer esta familia del Río eran unos ricos ganaderos de Castilfrío de la Sierra, pueblo que tuvo mucho auge, por su ganadería lanar de merinas trashumantes, en la época de la Mesta. A esta familia de Castilfrío le compraron mis abuelos la casa a finales del siglo XIX. El edificio dedicado a vivienda es muy grande. Consta de dos plantas y desván, o somero, como allí se le llama. La planta baja estaba dedicada a cuadras para el ganado vacuno y caballar, carpintería, pajar, cuartejo para el ganado lanar. A todos estos apartamentos se llega a través del portal, que estaba empedrado. La primera planta está dedicada a la vivienda propiamente dicha. A mano izquierda subiendo las escaleras se encuentra la cocina, con su chimenea negra del humo, con su boca para el horno de cocer el pan y dos bancos con respaldo, llamados escaños, uno a cada lado del hogar. Al lado de la ventana se encuentra una tinaja para el agua, Detrás del banco de la izquierda quedaba un hueco, que hacía de pequeña leñera. Detrás del banco de la derecha se guardaban los cántaros , con los que se traída el agua y al lado de la puerta el cajón del pan. Enfrente de la escalera una gran habitación, con dos camas, mesillas de noche, cómodas y demás muebles y aún sobra mucho sitio. A mano derecha un recibidor desde el que se accede a la despensa, a una alcoba y a una gran sala, donde se encuentra el balcón y de donde se pasa a unas alcobas, que servían de dormitorio. Del recibidor parte la escalera para el somero, donde se guardaba el granado en distintos montones: trigo, cebada, avena, etc. También hay un palomar. En el corral se encuentra el pozo; la entrada a una majada para el ganado lanar, con pajar en la parte superior; cortes para los cochinos y un espacio llamado cieno, donde se depositaban los excrementos de cuadras y majadas, que luego servían para fertilizar las fincas agrícolas. A mano derecha entrando al corral se encuentra una pequeña jardinera, en la que hay un rosal que cría abundantes rosas y de donde sale la parra que circunda toda la fachada. El clima era muy frío, con grandes heladas y nevadas, lo que hacía la vida dura y difícil. Las ventanas de las casas eran muy pequeñas, para evitar el frío, lo que no impedía que la temperatura interior fuera tan baja, que en alguna ocasión
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extrema se helaron las orinas de los orinales que tenían debajo de la cama. Tengo oído contar a mi madre que su abuelo Manuel, algunas noches de invierno dormía en la cuartejo de las ovejas, para aprovechar el calor de estos animales. Yo recuerdo que mi tío Casto, que era algo friolero, en los días crudos de invierno andaba por casa, con los zahones, la pelliza y un pasamontañas. En el año 1925 se trajo el agua al pueblo, a la fuente pública, que se encuentra en la plaza, que tiene un solo caño y pilón rectangular para abrevadero del ganado. Hasta ese año se servían de la llamada “fuente vieja”, que mana al este de un paraje llamado “El plantío”, sitio fresco poblado con chopos y diversos arbustos propios de suelos húmedos. Esta fuente tiene la clásica bóveda de piedra de sillería, con unos caños casi al nivel del agua del pilón, por lo que para coger el agua en calderos, cántaros, botijos o cualquier otro recipiente, era necesario ponerse de rodillas o agacharse mucho, lo que suponía cierto riesgo de caer de bruces al pilón. Este riesgo dio lugar a un accidente, creo que a principios del siglo XX. Una mujer a la que llamaban la roja, se cayó de cabeza al pilón y se ahogó. Del pilón de la fuente el agua pasa a otro pilón más grande y rectangular, que servía para abrevadero del ganado. De allí pasaba al lavadero, también rectangular y muy bajo, pues el nivel del agua no permitía una elevación mayor, con unas cuantas losas a cada lado donde las mujeres lavaban y restregaban la ropa. Este lavadero se encuentra dentro de un edificio de piedra, con una puerta y una ventana. Del lavadero sale el agua a un pequeño estanque, desde donde se empleaba para regar pequeños huertos, que casi todos los vecinos cultivaban para obtener una pocas hortalizas, como tomates, vahinillas, lechugas, coles, etc., que servían para variar un poco la pobre dieta que llevaban. Tengo oído contar a mis abuelos, padres, tíos, etc. las calamidades que pasaban para acarrear el agua de la fuente, que se encuentra a unos 500 metros del pueblo, hasta sus casas, sobre todo con las heladas y ventiscas del invierno, por lo que en casi todas las casas tenían pozo, cuya agua no sabemos si sería potable para el consumo humano, pero al menos serviría para dar de beber a los animales. La mayoría de estos pozos fueron cegados a partir de 1925 para evitar accidentes. La construcción de la fuente en la plaza supuso una mejora en la vida de los vecinos, que tenían el agua en el centro del pueblo, pero menos para las pobres mujeres que tenían que seguir yendo al lavadero, cargadas con los baldes de ropa en la
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cabeza, tanto a la ida como a la vuelta, pasando grandes fríos y calamidades. Siempre me causó admiración el equilibrio y cuidado con que llevaban los baldes. Esta situación duró hasta la década de los ochenta, en la que se metió el agua en las casas, lo que permitió la introducción de las lavadoras en las pocas casas habitadas todavía, quedando el lavadero sin uso y como un recuerdo histórico. Al pueblo no llegó la luz eléctrica hasta la década de los cuarenta del siglo XX (no dispongo de fecha exacta). Aun recuerdo yo aquellos años, en que había que alumbrarse con candiles, de aceite o de petróleo; con carburos, velas en palmatorias para manejarse dentro de casa y para andar por cuadras y majadas se empleaban una especie de faroles protegidos con un cristal cilíndrico, que creo que se llamaban “petromax”. Esta circunstancia obligaba a ajustar la vida a la luz solar, por lo que en invierno se dormía más horas y en verano bastantes menos, pues se trabajaba de “sol a sol”.
Entre otras costumbres, existía la de ir a la plaza, al anochecer, a esperar a las ovejas. Según iban llegando los distintos rebaños o piaras, cada uno se iba a su casa a contarlas y si le faltaba alguna recorría las casas de los compañeros de piara preguntando se había alguna “ajena”. Cuando aparecía éstala cogía de la pata y la llevaba a su majada. Esto no ocurría con frecuencia, pues cada oveja tenía querencia a su majada y más cuando tenían el cordero esperando para mamar. Como el término municipal, por su superficie y producción agrícola y ganadera no permitía más población que la indicada, de unos 25 vecinos, unas 120 personas y las familias eran muy numerosas, no quedaba más remedio que emigrar el excedente. Emigraban casi siempre los hombres, unas veces al extranjero y otras a distintos lugares de España. Parece ser que durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX la emigración exterior se dirigió a Argentina. En la familia de mi padre emigró a principios de siglo un pariente, del que nunca se supo casi nada, pero parece ser que lo mataron para robarle. Después se fue un primo de mi padre llamado Faustino, que hizo algún dinero y volvió a España en varias ocasiones. Normalmente se iban muy jóvenes, de 16 0 17 años. Pero hubo un tío de mi padre llamado Martín, casado con una de Castilfrío, llamada Elisa, que emigró a Argentina después de la guerra civil, a los cuarenta y tantos años. Nunca volvió a España. La emigración interior se dirigía a distintos puntos de España, pero a principios del siglo XX, hubo una corriente migratoria a Sevilla, al comercio de Tejidos.
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Iban de jovencitos, de 15 ó 16 años, entraban como aprendices en algún comercio y al cabo de muchos años con gran sacrificio y austeridad, algunos llegaron a ser propietarios de algún establecimiento de cierto prestigio y renombre, consiguiendo juntar un capital considerable. Hasta mitad del siglo XX los mozos y mozas del pueblo se casaban entre sí, pero también era frecuente que se hicieran matrimonios con los de los pueblos vecinos. Habitualmente el nuevo matrimonio se instalaba en el pueblo de la novia, lo que daba lugar a que la mayoría de los hombres que vivían en el pueblo fuesen forasteros. En la generación nacida en la década de 1910, solo contrajeron matrimonio dos parejas del pueblo. El matrimonio de mis padres y el de Enrique con Matilde. Los demás matrimonios se celebraron entre mozas del pueblo y hombres de pueblos vecinos, Aldealices, Aldealseñor, Fuentelsaz de Soria, Narros, Arevalo de la Sierra, etc. Las hermanas de mi madre no faltaron a esta norma, pues mi tía Victorina se casó con uno de Cuéllar y mi tía Domínica con uno de El Collado. Por parte de mi padre: Mi tía Engracia con uno de Castilfrio y mi tía Trini con uno de Aldealseñor. En la generación siguiente solo hubo un matrimonio que los dos fuesen del pueblo: Mi primo Victorino con Irene. En esta generación se produjo la gran emigración del campo a la Ciudad, que supuso la despoblación del pueblo. Durante los años de la guerra civil el pueblo se quedó sin juventud masculina, pues todos los hombres de 18 a 28 años fueron llamados a filas. Por parte de mi padre, los dos hermanos, mi padre que ya tenía dos hijos y esperaba otro y mi tío Santiago. Por parte de mi madre mis tíos, Felix , Domiciano, Esteban y Justo. Por estar cuatro hermanos en la guerra se liberó uno de ellos. De todos los que fueron a la guerra solo murió un primo de mi madre Download 181.48 Kb. Do'stlaringiz bilan baham: |
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