Temática: Trata sobre tema cotidiano. La Venus del espejo (1650). Óleo sobre lienzo. National Gallery, Londres. (Derecha) Temática: La obra trata de tema mitológico y cotidiano.
La familia de Felipe IV o Las Meninas (1656). Óleo sobre lienzo. Museo del Prado, Madrid. Temática: Trata el tema de la Realeza.
MURILLO Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682). Renunció a la Corte por “vivir en Sevilla”; tampoco visitó Italia. No gozó de esa libertad del pintor sin encargos que tuvieron los artistas de cámaras, cuyo único trabajo fue retratar al Rey, y hubo de ganarse la vida con la venta de sus obras. La muerte se cebó en su familia: huérfano de padre y madre siendo niño, quedó pronto viudo y vio morir a seis de sus nueve hijos. Mitigó la soledad volcándose hacia la enseñanza del dibujo en la Academia del Arte de la Pintura, que fundó en 1660. La sociedad le recompensó con la fama, aplaudiendo sus creaciones iconográficas. Su celebridad traspasó las fronteras, merced a la amistad que entabló con los comerciantes flamencos Josua van Belle y Nicolás Omazur, que le encargaron para su exportación las amables representaciones de pilluelos callejeros: pintura profana, hecha para burgueses. El período frío corresponde a la etapa juvenil. Deriva de su admiración por Zurbarán y se caracteriza por los fuertes contrastes de luz, la precisión en el dibujo y la pincelada lisa. La serie del claustro chico, firmada en 1646, es muy expresiva de esta etapa. Otras obras de esta fase inicial claroscurista son los cuadros: Virgen del Rosario con el Niño y La Sagrada Familia del pajarito. El período cálido se inicia en 1656 con el San Antonio. Murillo incorpora los efectos de contraluz venecianos que le inculca Herrera el Mozo. El tenebrismo desaparece, la pincelada se hace suelta y el colorido brillante. El período vaporoso es de sus últimos años, cuando el color se hace transparente y difuminado. De 1669 son los grandes cuadros: San Francisco abrazado al Crucificado, La adoración de los pastores y Santo Tomás de Villanueva repartiendo limosna. Entre 1670 y 1674 pinta seis Obras de Misericordia para la iglesia de la Santa Caridad. Hasta su fallecimiento, Murillo concentró toda su “gracia” pictórica en las apoteósicas visiones de la Inmaculada y en las representaciones infantiles; por ejemplo, El Buen Pastor. El carácter afable de estos temas piadosos encuentra su correlato en el ámbito profano: Muchachos comiendo empanada, Muchachos comiendo uvas, ect; cuyas escenas callejeras le convierten en un precursor del Rococó.
SUS OBRAS La Sagrada Familia del pajarito (1649). Óleo sobre lienzo. Museo del Prado, Madrid. Temática: Trata de tema cotidiano.
El Buen Pastor (1655-1660). Óleo sobre lienzo. Museo del Prado, Madrid. (Izquierda) Temática: Trata de tema cotidiano. Autorretrato (1670). Óleo sobre lienzo. National Gallery, Londres. (Derecha) Temática: trata de tema cotidiano. (Autorretrato)
FRANCISCO DE GOYA Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828). Vivió a caballo entre los siglos XVIII y XIX, sirviendo a cuatro reyes: Carlos III, Carlos IV, José Bonaparte y Fernando VII. A lo largo y ancho de su vasta producción anticipa los cambios radicales que va a experimentar la sensibilidad pictórica contemporánea: la ligereza de su pincelada preludia el Impresionismo, sus fantasías oníricas desembocan en el Surrealismo y su desgarrado mundo interior abre paso a la temática expresionista. Dominó todas las técnicas: la pintura mural y de caballete, los cartones para tapices y el grabado; y abundó en todos los géneros. Se presentó por dos veces al concurso de la Academia de San Fernando en busca de la ansiada beca de Roma, pero el jurado rechaza sus cuadros. Decide pagarse personalmente el viaje a Italia y opta al premio convocado por su academia con el lienzo Aníbal cruzando los Alpes, que tampoco resulta vencedor. De regreso a Zaragoza, trabaja en la bóveda del Coreto de la basílica del Pilar y se casa con Josefa Bayeu. Su cuñado, Francisco Bayeu, en 1775 reclama a Goya para que se desplace a la Corte. Goya es contratado por la Real Fábrica de Santa Bárbara para diseñar los cartones que sus artesanos convertirán en tapices. La moda impone lo pintoresco y Goya da un recital de tipos costumbristas: toreros, tonadilleras, actrices y gente del pueblo de Madrid. Consecuentemente, la aristocracia madrileña encargará también a Goya cuadros de diversión para decorar sus gabinetes de lectura y salas de conversación. La cucaña y El columpio, que poseen los Duques de Osuna, responden a este gusto garboso y colorista. La influyente Casa de Osuna le proporciona un encargo religioso: los cuadros de la vida de San Francisco de Borja. Posteriormente, ahondará en la temática sacra, pintando al fresco la ermita de San Antonio de la Florida. Entretanto, Goya no descuida el género que le iba a aupar a la fama: el retrato. Retratos colectivos e individuales, de cuerpo entero y de busto, de personajes de pie, sentados, recostados y ecuestres. Con distancia en el tiempo representó a los grandes arquitectos neoclásicos; a los literatos e intelectuales ilustrados y a la nobleza femenina. Retratando con maestría inigualables a condes, marqueses y duques, consigue ser nombrado primer pintor de cámara de Carlos IV, de quien realizará su grupo familiar, efigiándose el artista en la penumbra a imitación de Velázquez en Las Meninas.
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