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Revisando la anterior relación vemos que las cuatro primeras frases expresadas por
Jesús antes de su muerte nos muestran el inmenso
amor profesado por nuestro
Salvador hacia sus semejantes. Mientras en la primera solicita perdón
por sus
verdugos, en la segunda otorga esperanza de salvación
y buenaventura al buen
ladrón, uno de sus compañeros de martirio en el calvario, para finalmente en la tercera
y cuarta consolar a su madre ofreciéndole en su lugar a su discípulo más amado y a
este a su propia madre.
La quinta frase:
“Tengo sed” nos muestra a cristo en su aspecto humano, pues aún
no se ha unido al Padre Eterno y tanto el dolor, la fatiga como la abundante pérdida
de sangre por la flagelación y el martirio sufridos, originan signos de deshidratación
en su mancillado cuerpo.
La séptima y octava palabras por su parte nos muestran a Jesús
iniciando su
elevación hacia la casa celestial, instantes antes de entregar su alma al creador de la
humanidad.
Hemos guardado expresamente la sexta frase
“Dios mío, Dios mío, por qué me has
abandonado” o bien
“Elí (Eloí), Elí (Eloí) ¿lema sabactani? relatada por Mateo y
Marcos, para el final, pues no parece congruente que Jesucristo que venía
con su
muerte a redimir al mundo, pronunciara estas palabras que aluden contener un suave
reproche a Dios, su padre, haciendo notar que ni Lucas ni Juan hacen mención alguna
a la pronunciación por parte de Jesús de estas palabras.
Sin embargo, lo escrito con relación a ello por Mateo y Marcos, ha sido largamente
estudiado y analizado por muchos historiadores que suponen
que el sentido de lo
dicho por Jesús con estas 7
palabras, pudiera haber
sido mal interpretado o no
entendido en su real significado.
No olvidemos que las distintas partes del Nuevo Testamento donde los evangelistas
Mateo y Marcos mencionan el pasaje en que Cristo pronuncia estas enigmáticas
palabras, dan a entender que la gente alrededor de la cruz pensó que Jesús estaba
llamando al profeta Elías y por ello en Mateo
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