GREGORIO FERNÁNDEZ Gregorio Fernández (1576-1636) es el maestro del barroco castellano. En su producción se advierten dos etapas: una fase manierista, que alcanza hasta 1616; y un período de madurez, donde afianza el naturalismo. Sus obras, de talla completa y bulto redondo, están teñidas de patetismo, caracterizándose en su etapa de esplendor por el modelado blando del desnudo y la rigidez metálica de los ropajes. Son telas pesadas, que se quiebran en pliegues geométricos. Paños artificiosos, que contrarresta con los postizos realistas que aplica a sus imágenes: ojos de cristal, dientes de marfil, uñas de asta y grumos de corcho para dar volumen a los coágulos de sangre. La actividad de su taller y el prestigio de su estilo proyectó su influencia por el norte y el oeste español. Trabajo para las iglesias diocesanas, las cofradías penitenciales, la nobleza y el rey. Pero sus mejores clientes fueron las órdenes religiosas. Como creador de tipos iconográficos, dio forma definitiva en Castilla al modelo de la Inmaculada y al de la Virgen de la Piedad. En 1619 terminó el Cristo atado a la columna. En cuanto a su famoso Yacente fue regalado por el monarca en 1614 con el propósito de que los religiosos se convirtieran en directores espirituales del Real Sitio. De sus célebres pasos procesionales, el más alabado es el del Descendimiento. Fue contratado en 1623 y consta de siete figuras vestidas a la moda del siglo XVII, con el propósito de que la escenografía sacra fuera más fácilmente comprendida por los fieles.
SUS OBRAS
Cristo Yacente (1614-1615). Madera policromada. Convento de los Capuchinos. El Prado, Madrid. (Arriba, Izquierda). Temática: Trata sobre tema religioso. Piedad (1616-1617). Madera policromada. Museo Nacional de Escultura Policromada, Valladolid. (Abajo, Izquierda). Temática: Trata sobre tema religioso. Paso del Descendimiento (1623-1624). Madera policromada. Iglesia penitencial de la Vera Cruz, Valladolid. (Derecha). Temática: Trata sobre tema religioso.
JUAN MARTÍNEZ MONTAÑÉS Juan Martínez Montañés (1568-1649). El virtuosismo técnico que confirió a sus imágenes y el dominio con que pulsó la fibra del populismo habían puesto en tela de juicio su carácter mortal. Se forma en Granada en el taller de Pablo de Rojas, pasando muy joven a Sevilla. Ya no abandonará esta ciudad, salvo una estancia en la Corte, donde acude en 1635 para modelar en barro el retrato de Felipe IV. Su estilo clásico e idealizado, propio del manierismo, a cuyos postulados jamás renunció. Construyó retablos e imágenes para España y las Indias. Como retablista se muestra un ferviente partidario de las estructuras arquitectónicas claras, gobernadas por el orden corintio y decoradas con ángeles y elementos vegetales. Tres tipos destacan en su repertorio: retablos mayores de composición rectangular, como el de San Isidoro del Campo; arcos de triunfo, según se observa en el dedicado a San Juan Bautista; y tabernáculos-hornacinas, entre los que sobresale el de la Cieguecita. En el campo de la escultura devocional y piadosa definió los modelos del Niño Jesús y de la Inmaculada. En 1606 fundía la ternura con la gracia inocente, consiguiendo en el Niño Jesús del Sagrario sevillano. A la Purísima la concibe como una Virgen niña guardando una composición trapezoidal. Su obra maestra es “La cieguecita”. En 1602 había realizado el Cristo del Auxilio y un año después, realiza el Cristo de la Clemencia. El nazareno de Jesús de la Pasión, concluido hacia 1615 para la cofradía de su mismo nombre, es su única talla procesional.
SUS OBRAS Cristo de la Clemencia (1603-1606). Cedro de La Habana. Policromía de Francisco Pacheco. Catedral, Sevilla. Temática: Trata sobre tema religioso. Niño Jesús (1606-1607) Cedro de La Habana. Cofradía Sacramental, Parroquia del Sagrario. Sevilla. Temática: Trata sobre tema religioso.
Inmaculada “La Cieguecita” (1629-1631). Cedro de La Habana. Capilla de San Juan Bautista, trascoro de la Catedral. Sevilla. Temática: Trata sobre tema religioso.
JUAN DE MESA Juan de Mesa (1583-1627), cuya gran aportación a la escultura andaluza de su tiempo es haber introducido el naturalismo en los ambientes clásicos donde se formó. Consultaba el natural y estudiaba los cadáveres, imprimiendo a sus crucificados los signos de la muerte. Este dramatismo ha llevado a la crítica moderna a denominarlo “el imaginero del dolor”. A expensas de las hermandades penitenciales acuño los tipos procesionales del Crucificado y Nazareno, que la Contrarreforma y el arte hispalense hicieron suyos. Sus grandes interpretaciones cristíferas aparecen formadas con el detalle realista de una espina perforando la oreja y la ceja de Jesús. La serie de crucificados que labró se abre con el Cristo del Amor el más patético de su catálogo artístico, cuyo expresivismo irá atemperando en obras sucesivas: el Cristo de la Conversión del Buen Ladrón y el Cristo de la buena Muerte. Realizaba en 1622 su obra más personal y también su crucificado más perfecto. Se trata del Cristo de la Agonía. Un cristo de grandes contrastes, entre la vida y la muerte, entre la tierra y el cielo, elevándose.
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