Tesis doctoral


 El número de pecheros estaría en torno al 84 -88 % y el de clérigos en torno al 5 % del total: MADRIGAL


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110

 El número de pecheros estaría en torno al 84 -88 % y el

de clérigos en torno al 5 % del total:

MADRIGAL

Pecheros


o

contribuyen.

Hidalgos

Clérigos


Total

Vecinos


Habitantes

estimados

año 1528

626


2.563 ?

año 1587


594

2.227 ?


año 1591

603


25

34 + 8 


111

670


2.436 ?

año 1646


217

940 ?


año 1752 

Ensenada

343


20?

106 


112

1449


año  1770 

Aranda

1510


año 1786 

Floridablanca

94

1775



año 1850 

Madoz

257  


500

2050


Al no disponer de datos para los 59 años que discurren entre 1528 y 1587, no se puede

establecer con precisión la evolución de la población durante este siglo XVI. Desde luego es una

población en aumento con respecto al siglo anterior y que probablemente crece hasta un punto

de inflexión en el último tercio de siglo, en el que podría iniciar una tendencia descendente

similar al proceso que se vive en otras ciudades castellanas. La guerra con los Países Bajos y el

descenso de las exportaciones del mercado de la lana influye para que en algunas ciudades se

inicie antes el estancamiento demográfico, como es el caso de Burgos y de Medina del Campo

(próxima a Madrigal) el cual comienza sobre 1530 y acelera su descenso a partir de 1590. En

otras ciudades como Ávila el declive poblacional comienza a finales de los años 70 

113

. Quizá


un ligero repunte sobre la década de los 90, para caer aceleradamente en los comienzos del XVII,

en el que vemos como a mitad de siglo se ha perdido casi las dos  terceras partes de los

habitantes que tenía Madrigal a mitad del siglo anterior. Esta declive demográfico de Madrigal,

que se inicia a finales del siglo XVI, coincide con la construcción del convento extramuros de

los agustinos, cuyo periodo principal de obras desarrolla entre los años 1595 y 1635.


57

 El incipiente mercantilismo castellano arranca con los Reyes Católicos, predominando

la exportación de materias primas y la importación de manufacturas, lo que provoca a la larga

una industria textil deficiente. Dan comienzo algunas actividades de flotillas de pesca de litoral,

así como la incipiente minería de hierro en Vizcaya, aunque la mayor parte de la población

trabaja en el sector agrícola y ganadero. En 1497, la pragmática dada por los monarcas en

Medina del Campo sienta las bases del sistema monetario castellano. Los reyes apoyan de forma

decidida al Honrado Concejo de la Mesta y la ganadería lanar trashumante, que en 1526 contaba

con 3,5 millones de cabezas, siendo éste uno de los factores del dinamismo del comercio exterior

castellano. 

Los aspectos negativos de esta estructura económica los encontramos en que los

reducidos sectores productivos estaban descapitalizados, con un insuficiente volumen de capital

fijo, teniendo ademas un estrecho control gremial. La desigualdad en la distribución de rentas,

acompañada de una escasa productividad agraria, provoca, dado que una gran parte de la

población vive “del campo”, que una gran capa social tenga rentas muy bajas (dependiendo del

ciclo de las cosechas),  siendo habitual la existencia de una significativa capa de pobreza  entre

la población.  A modo de ejemplo, en Madrigal, entre las obras pías que dejó establecidas el

Cardenal Quiroga a través de sus testamentarios estaba la de repartir el pan de pobres, con carga

para el convento de los Agustinos de 200 ducados anuales.  

Gran parte de las actividades microeconómicas giraban en torno al pan, cuya posible falta

o desabastecimiento era un elemento de desestabilización social. Las tierras se empezaron a

cultivar en ciclos de barbecho, bianual o trienal, con tres clases sociales de agentes que

intervienen en su explotación: los señores, grandes propietarios que no suelen cultivar

directamente; los labradores, pequeños propietarios que trabajan sus tierras o que  las arriendan

y los jornaleros, que trabajan tierras ajenas. 

 Algunos de estos aspectos, que son comunes para los reinados de los Austrias, se ven

influidos durante el siglo XVI por la revolución de los precios ante la llegada masiva del oro y

plata procedentes de las Indias. Aparece entre la población el interés por las rentas y el vivir de

las mismas, dentro de una política hacendística en que la necesidad incesante de recursos por

parte de la Corona lleva a la suspensión de pagos (año de 1575 y otros) y a las fluctuaciones

constantes de las recaudaciones y del valor de juros y rentas. Las causas de la regresión que

comienza a manifestase a partir de 1570, no solo hay que buscarlas en la propensión hispana a

evitar el trabajo manual que se da en la hidalguía, sino que obedece a causas estructurales que

se encuentran en la propia política económica de la monarquía. 

En 1558 en un memorial elaborado por Luis de Ortiz que se expone ante Felipe II, se

daba cuenta de la necesidad de que se elaborasen dentro del territorio nacional los productos a

partir de las materias primas producidas, en vez de importarlos de otros países.

Uno de los aspectos  más significativos de la economía castellana en este periodo de

cambio hacia la edad moderna es el de la celebración de ferias y mercados. En su momento el

camino de Santiago representó una vía de penetración y  transformación no solo cultural sino

social y económica, en el norte peninsular de los reinos cristianos. La aparición de los burgos

comerciales está relacionada con el caudal humano que, a partir de la segunda mitad del siglo

XI, puebla y transita por las vías que conducen al Camino, tal y como se recoge en el Codex

Calixtinus. Artesanos y comerciantes provenientes de toda Europa influirán en el creciente



114

   E. González Díez, De feria en feria por Castilla y León, Consejería de Agricultura y Ganadería de la Junta de

Castilla y León, Valladolid, 1999.

58

desarrollo urbano y mercantil de los incipientes reinos de Aragón, Navarra, y Castilla y León,



cuyos monarcas apoyarán estos nuevos asentamientos de francos con estatutos de privilegio. Los

días de feria gozaban, por lo general, de la supresión de los impuestos de tránsito y portazgo para

los mercaderes, desde su origen hasta el destino ferial.

Las ciudades que quedaron en situación fronteriza tras la conquista de Toledo en el siglo

XI, como es el caso de Ávila, se repoblaron manteniendo un carácter militar y eclesiástico.

Muchas de las situadas  más al norte fueron desarrollando un cierto carácter mercantil, al amparo

de los nuevos asentamientos de comerciantes y mercaderes, que se establecen muchas veces en

los barrios extramuros (especialmente cuando son grupos de religión distinta) dando lugar a las

primeras apariciones de espacios de mercado entre el nuevo tejido urbano y las cercas, en torno

a sus puertas.

Si bien los mercados podían establecerse un día a la semana, las ferias tenían carácter

anual, habiendo algunas ciudades que disponían de varios eventos feriales al año. Solían

celebrarse entre mayo y octubre, generalmente relacionadas con el comienzo y terminación de

las actividades agrícolas, así como con el esquileo de la lana ; también estas ferias iban asociadas

a celebraciones religiosas, especialmente a los santos San Juan, San Mateo y San Miguel,

procurando evitar que las plazas feriales estuviesen excesivamente próximas en tiempo y lugar.

 

A finales del siglo XIV y comienzos del XV se desplazan los principales centros feriales



hacia el sur, apareciendo un núcleo importante en Valladolid, en torno a las villas de Medina del

Campo y Villalón, ésta de fundación señorial. Lanas, paños y ganado eran los principales

productos de compraventa, requiriendo el campo ferial de cuadras, establos y otras dependencias

para el acomodo de las reses y mercaderías.  Las ferias en tierras abulenses se relacionan con el

tránsito ovino y el mercado de la lana, apareciendo en épocas posteriores, las cuales se regulan

en las “Ordenanzas Generales de Ávila y su tierra “ de 1487. Ávila destacó, junto a Segovia, por

la calidad de los tejidos que se elaboraban en ambas ciudades.

Medina del Campo se convierte en la gran feria del centro castellano. Su origen se

atribuye a la iniciativa de Fernando de Antequera, en torno 1404 (Medina de Rioseco tendrá su

feria anual a partir de 1423) y su auge se basa en gran medida en su localización geográfica

como punto de encuentro de las rutas de Portugal, Toledo y las ciudades del norte castellano,

adquiriendo pronto un carácter internacional en las transacciones comerciales. Es el nacimiento

del mercado financiero y de las contrataciones en las que el papel sustituye al dinero, mediante

cédulas, pagarés y letras de cambio que los comerciantes flamencos e italianos utilizan de forma

habitual en la feria de Medina. Las villas debían adaptarse a multitud de comerciantes, cambistas

y vendedores que acudían a estos eventos, al aposento de los comerciantes y almacenamiento

de las mercaderías en las improvisadas lonjas, durante las tres o cuatro semanas que solían durar.

La corona y los concejos apoyarán estos acontecimientos feriales, toda vez que en ferias como

la de Medina se canaliza parte de la plata proveniente de las Indias, que se distribuye por el

continente europeo a través de las sedes de cambistas y compañías de mercaderes 



114

.  De 1421

son las Ordenanzas para el aposentamiento de los mercaderes en las ferias de Medina del Campo:

 


115

   J. Valdeón Baruque, Población y actividades económicas”  en  Historia de Castilla y León. Crisis y Recuperación



(siglos XIV y XV), tomo V, Valladolid, 1985.

116


   J. Valdeón Baruque, Castilla se abre al Atlántico” en  Historia de España,, tomo X, Madrid, 1995.

117


   Dibujo de Antón Van den Wyngaerde (1561). en Ciudades del Siglo de Oro, 1986, p. 386-387.

59

“...Todos los mercaderes que truxieren paños maiores de lana e otros paños de fuera el reino



o de oro o de seda, cendales, terçeneles, fustedas, tapaçerías, [paramentos] de sarga o de lienzo,

paños franceses, liezos de ruanes e eso mismo todos los traperos de vara sean aposentados en

la Rua Nueva....”

En las cortes de Madrigal de 1438 se pide al monarca Juan II, por parte de los

representantes de las principales ciudades, que se tomen medidas tendentes a la protección

mercantil en el comercio de la lana:



“...Que vuestra alteza deviese ordenar e mandar que ningunos pannos de lana de qualquier

suerte que fuesen , non entrasen en vuestros rregnos por mar nin por tierra nin se vendiesen el

ellos salvo de los pannos que en los dichos vuestros reinos se fazen...”

 

115

Las ciudades textiles, como Ávila, Segovia, Toledo o Cuenca, se contraponen con las

ciudades de especialización comercial, como Burgos, Medina del Campo o Bilbao. Madrigal,

próxima a Medina del Campo, está dentro de la influencia del centro del mercado de la lana; el

cereal, la viña, y probablemente la artesanía (a cargo de la  numerosa comunidad judía),

constituyen el resto de su base económica. En Madrigal se celebraba un mercado semanal,

probablemente desde tiempos de Alfonso X. A partir de los Reyes Católicos los mercados se

celebraban en miércoles en la Plaza del Cristo, consiguiéndose posteriormente realizar una feria

de carácter anual de una semana de duración. Enrique IV en 1473 había ordenado:   

“...que ferias y mercados francos no sean ni se hagan en nuestros reynos y señoríos , salvo la

nuestra feria de Medina y las otras ferias que de nos tiene mercedes y privilegios

confirmados...”

116

Aparece en las villas y ciudades una sectorización en función de las distintas actividades

económicas, dando lugar a los distintos barrios que en muchos casos se han conservado hasta

hoy.


9. Vista de Medina del Campo 

117

118

   M. Cátedra, Un santo para una ciudad, Ariel, Barcelona: 1997

60

En esta incipiente transformación y autonomía  urbana, las ciudades van elaborando sus



propios reglamentos y ordenanzas, donde todavía se seguían en muchos casos las disposiciones

contenidas en las Partidas de Alfonso X,  que tratan de regular someramente las iniciativas

privadas constructivas y las relaciones entre los diferentes sectores de la ciudad, dentro del

crecimiento de la ciudad medieval, que desborda los viejos perímetros amurallados. El

renacimiento trae, aunque lentamente, nuevos espacios urbanos, pero especialmente nuevos

programas. La monarquía extiende su papel tutelar en ciertos servicios de ámbito territorial,

hospitales, cárceles, chancillerías,  aposentos para su creciente aparato administrativo etc..,

mientras que los concejos por su parte, y muchas veces con ayuda real, levantan nuevos

edificios, casas consistoriales, alhóndigas, pósitos, lonjas etc.  Muchas ciudades van adquiriendo

una cierta especialización, no solamente en función de sus actividades agropecuarias, sino en

base a las nuevas estructuras sociales; así surgen y se consolidan cortes y sitios reales, ciudades

administrativas, centros textiles y comerciales, conjuntos universitarios como el de Alcalá, villas

ducales, episcopales, de patronazgo o señoriales.

En los comienzos del siglo XVI surge en numerosas ciudades de la corona un nuevo

sentimiento cívico que, entre otros aspectos, “inventa”  las historias locales , remontándose al

origen mítico de las mismas y exaltando sus valores y grandezas, con la aparición y traslación

de las reliquias de santos locales y de publicaciones donde se magnifican su vida y milagros,

especialmente en relación a la ciudad a la que generalmente protegen. Aparecen las fiestas

religiosas conmemorativas a estos santos, que acaban en algunos casos, convirtiendose en

patrones de la ciudad. Este es por ejemplo el caso de Ávila, donde se produce en 1519 la

“invención” de San Segundo

118

 , primer obispo de Ávila, cuyos restos aparecen en la ermita

extramuros de San Sebastián, barrio de filiación artesanal y comunera.

En el entorno de Madrigal se puede considerar el desarrollo e influencia  que va

adquiriendo la ciudad de Valladolid, que con Carlos I será residencia de la Corte en 1542, hasta

que se traslade a Madrid en 1561 y posteriormente de nuevo capital, en los primeros años del

siglo XVII, momento de un gran desarrollo de la arquitectura de aquella ciudad, coincidiendo

con el periodo en el que se inicia la reconstrucción del convento de los agustinos extramuros.



119

   J. L. Martín Rodríguez, La España medieval.  Manual de Historia de España, Madrid, 1993.

61

0.4.4

Iglesia y vida religiosa. Los conventos.

 El carácter de la espiritualidad religiosa del hombre bajomedieval se va a transformar

con la llegada de los nuevos planteamientos del humanismo renacentista. Esto no significa que

el hombre del siglo XVI deje de ser creyente, sino que principalmente desliga o separa el mundo

material y el sobrenatural, entendiendo lo religioso desde una óptica moderna de opción

personal, en todo caso con la confesionalización de la misma monarquía. Los planteamientos

medievales que parten de concebir la vida a través del hecho religioso, dentro de una estructura

estamental que predetermina las clases sociales,  se van transformando en una concepción más

o menos laica, dentro de un estado religioso, que caracteriza la sociedad del siglo XVI. Si Isabel

y Fernando avalan la unidad católica de sus reinos, con Felipe II, después del Concilio de Trento,

será el propio monarca el que se convierta en el brazo armado, dentro del continente europeo ,de

la salvaguardia de la ortodoxia católica.

El siglo XV arranca con una iglesia dividida por el cisma de occidente a partir de 1378,

división que dura hasta el nombramiento de Martín V en 1417. Este cisma que tan profunda

huella dejó en los reinos cristianos occidentales (con un papa en Aviñón y otro en Roma)

coincide con la Guerra de los Cien Años, provocando el inicio de una actitud crítica hacia el

estamento eclesiástico, en el que el cruce de excomuniones de los diversos papas provoca

primero el desconcierto y luego el descrédito entre muchos de los fieles, que lleva a la relajación

de  la conducta religiosa, actitud que se manifiesta tanto en las órdenes monásticas como en el

clero secular. Los reinos castellano leoneses tomaron partido por el papa de Aviñón, Clemente

VII, aliándose con Francia frente a Inglaterra. Con el papa Benedicto XIII (Pedro Luna) el reino

castellano volvió a la obediencia que había abandonado con la vía cessionis, hasta el concilio de

Pisa de 1409, del que salió un tercer Papa en discordia lo que provocó un nuevo concilio, esta

vez en Constanza, del que sale un sistema de elección colegiado entre los estamentos

eclesiásticos y políticos, que termina con el cisma en 1417. Un año antes, en 1416, en la minoría

de Juan II, se retira la obediencia al Papa Luna por parte de la corona castellano leonesa 



119

.

Tanto las grandes epidemias de peste sufridas a los largo del siglo XIV, como la guerra



europea y el cisma papal producen en el plano religioso un cansancio que se expresa en la

búsqueda de un cambio, que en el plano monástico se traducirá en una reforma de la mayoría de

las ordenes tradicionales (agustinos, dominicos, franciscanos...)  Esta reforma de los siglos XV

y XVI (contrarreforma a partir de Trento) coincide con el cambio que hemos mencionado, que

no es otro que el paso de una sociedad medieval a otra “moderna” y se desarrolla en dos etapas.

En la monarquía hispana, la primera etapa  la podemos situar a la finalización del siglo XV y la

otra en la segunda mitad del XVI

En la sociedad medieval la vida cotidiana va unida a lo espiritual y este sentimiento está

presente en todas las actividades, no solo políticas sino de la vida diaria. En el siglo XV se vive

un cambio, que se manifiesta en la “angustia existencial” que nace de la coexistencia entre el

misticismo y el anhelo de disfrute de los bienes de naturaleza material; es una época en la que

se extienden de forma generalizada las predicciones y el culto a las reliquias, así como la

devoción mariana, especialmente a la Inmaculada Concepción .  Nuevas órdenes se establecen


120

   Las tres vías del estudio teológico: Tomismo, Escoto, y Nominalismo.

121

   H. Pizarro Llorente,  Un gran patrón en la corte de Felipe II, D. Gaspar de Quiroga, Universidad Pontificia de



Comillas, Madrid, 2005.

122


   Vease por ejemplo el convento agustino de Santa María de Sarriá  (Lugo), cuyo proceso de reducción a la

observancia en 1568, describe Isidro de la Viuda (O.S.A.) en: Actas del X congreso internacional de historia de la Orden de



San Agustín, Institutum Historicum Augustinianum, Roma: 1998.

123


   Determinándose también en dichas Cortes las ordenanzas destinadas a erradicar la mancebía y mejorar la dignidad

del clero.

62

a finales del siglo XIV en el reino castellano, como los Cartujos y los Jerónimos, dentro del



espíritu que se respira de vuelta a conductas regulares de mayor disciplina.

Si durante toda la Edad Media la Iglesia era la que conservaba en sus bibliotecas y

conventos la cultura de la época, incluidas la formación de las primeras universidades, el cambio

de carácter “laicista” que aparece con el Humanismo diversifica los estudios y las formas de

acceder al conocimiento, del que participarán otros estamentos. Serán primeramente los nobles,

pero a la vez accede a los estudios esta nueva clase burguesa y urbana, de donde saldrán muchos

de los cuadros de los letrados y secretarios que demanda la nueva administración de la

monarquía centralizada. La pugna entre una concepción medieval de la vida, que agoniza frente

a los nuevos aires renacentistas, llega también al ámbito universitario, donde son frecuentes las

disputas a lo largo del siglo XVI, que traducen, no solo las rivalidades entre diferentes cátedras

y órdenes religiosas, sino que manifiestan la resistencia de los postulados aristotélicos de la

escolástica medieval 



120

 al pensamiento humanista.

Entre el clero de mayor rango, obispos y arzobispos, muchos de los cuales provenían de

la clase nobiliaria, fue frecuente su posicionamiento en las frecuentes luchas que mantuvieron

los Trastámara castellanos del siglo XV, especialmente Juan II y Enrique IV (vease el caso del

Obispo Carrillo y la farsa de Ávila). Pero también durante el siglo XVI se observa el importante

papel político que juegan algunos prelados, entre los que destacan las figuras de Cisneros,

Granvela o el propio Quiroga dentro de la facción papista en la década de 1570 



121

.

Sin embargo entre el clero menor, predominó en general la poca formación y relajación



de costumbres, tanto en el clero secular como en el regular. Era práctica común que algunos

clérigos viviesen amancebados, así como que gran número de ellos desconociesen el latín. Esto,

entre otros aspectos, provocan la aparición de las reformas en las distintas órdenes monásticas;

es la observancia frente a los claustrales, cuya reforma en algunos monasterios tardará en

imponerse hasta mediados del siglo XVI 

122

.

Con los Reyes Católicos se inicia una política regalista que ya se venía observando en



otros países, con el objetivo de conseguir el derecho de presentación en la provisión de obispos

y otros mandatarios eclesiásticos,  que les permitiera situar a hombres de su confianza en las

jerarquías de la iglesia hispana, a la que en ese momento tenían acceso los extranjeros, si eran

nombrados por la Curia Romana. Logrado esto, la reforma en el ámbito parroquial quedaba a

cargo de estos prelados, dado que desde las Cortes de Toledo de 1480 los cargos eclesiásticos

menores ya no estaban determinados por la nobleza



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